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LA HIPOCRESÍA

Mal conocía al hombre el ignorante
Que dijo, no sé a quién, dónde ni cuándo:
El espejo del alma es el semblante.

¡Pluguiera a Dios, y el crimen execrando,
Cuanto más solapado más temible,
De la virtud no hiciera contrabando!

Su sed de sangre, su índole irascible
Muestra el león en su rapante garra
Y de su boca en el abismo horrible;

Y ruge de furor si triple barra
Tornar le niega al arenal ardiente;
Y muerde la cadena que le amarra.

No esconde el jabalí su corvo diente;
Ni el águila caudal remeda astuta
El arrullo de tórtola inocente;

Ni llorando a sus víctimas se enluta
Hiena voraz; ni el lobo y el cervato
Reposaron jamás en una gruta.

No hay ser irracional, excepto el gato
Que del hombre aprendió la hipocresía,
Que en sus obras desmienta su retrato.

Mas del género humano la falsía
Tal es, que aun la virtud más acendrada
Se avergüenza al brillar la luz del día.

Yerta galantería almibarada
Ordena a don Simón besar la mano
Que quisiera, a fe mía, ver cortada.

¡Oh cuánto y cuánto ofrecimiento vano
Contraria al corazón dicta la boca,
No digan: ¡qué grosero es don fulano!

¡Oh cómo al cielo don Froilán invoca
Jurando a Cloris amistad eterna,
Y dice en el café que es una loca!

¡Oh cómo Lucio de su Laura tierna
Celebra el lindo pie!... ¡Guarda, cuitada!
Si el pie le das, avanzará a la pierna.

Cuentan que en otra edad afortunada,
Edad que algún enfermo visionario
Improvisó roncando en la almohada,

Ninguno te ultrajaba temerario,
Sacrosanta verdad, aunque a tu apoyo
El ante mí  faltase de un notario.

¡Oh siglo de Saturno! En algún hoyo
Para siempre te hundieron. Ya no brota
De leche ni de miel ningún arroyo.

Sólo de ti nos queda la bellota;
Y yo sé quién comerla debería
Mejor que pan de Meco o de Grijota.

¡Eh! Sueños son de ilusa fantasía.
Fiel la historia esas fábulas desmiente
Que forjó la entusiasta poesía.

No te hubieran hollado impunemente,
Mísera humanidad, tantos tiranos
Del Norte al Sur, del Este al Occidente,

Si incensando al poder con ambas manos
Encomiado no hubieran sus excesos
Viles y aduladores cortesanos.

Ni aun después de hechos polvo nuestros huesos
La raza acabará de los Sinones
Y de los Judas los traidores besos.

Este el lote será de las naciones
Si algún milagro celestial no arranca
Del corazón humano las pasiones.

Unos nadando en oro; otros sin blanca...
¿Y embusteros no habrá, cuando este oficio
Se aprende sin cursar en Salamanca?

¿Quién ya de la virtud distingue al Vicio,
Si almas sumidas en su lodo inmundo
Cubre tal vez el áspero cilicio?

¿Quién restituye la verdad al mundo,
Si el que mejor del prójimo se mofa
Filósofo se llama el más profundo?

¿Si aquel poeta que en sublime estrofa
Nos encomia la cándida inocencia
No daría por ella una alcachofa?

¿Qué más? El noble título de ciencia
Se arroga ya en el orbe la impostura,
Y sin cargo se ejerce de conciencia.

Su alianza el ruso al otomano jura,
Y más codicia el bósforo de Tracia,
Que la amistad de un turco mal segura.

La falacia en un quidam  es falacia.
¿La comete un ministro? ¿Hay protocolo?
Entonces se apellida diplomacia.

El bien de su país le mueve sólo,
Y si al sármata engaña y al tudesco
Del dolo se defiende con el dolo.

¿Y a quién ofende en pabellón chinesco
El amistoso fraude cortesano
Precedido de opíparo refresco?

Quizá ese fraude del bifronte Jano
Cierra el templo feroz, y el que lo signa
Es buen padre tal vez, buen ciudadano;

Como el soldado de índole benigna
Fulmina ardiente bala matadora
Obediente a la bárbara consigna.

Mas del orbe despótica señora,
Ello es que triunfa la mentira impune
Y con soberbios timbres se decora.

La mentira es el lazo que nos une,
Gracias al padre Adán. ¿Dónde hay un santo,
Dónde que sin mentir se desayune?

Miente la viuda con el negro manto;
Miente en su boca el funeral sollozo;
Miente en sus ojos el acerbo llanto.

Proponedla, si no, gallardo mozo
Que consuele su tálamo desierto,
Y veréis su pesar trocado en gozo.

Miente ya el mercader menos experto;
Miente el sello también con que atestigua
Que el tanto de arancel pagó en el puerto.

Miente casto rubor la cara ambigua
Del dómine que vive amancebado,
Y si oye decir porra se santigua.

Un pliego y otro de papel sellado
Con fehaciente rúbrica embadurna
Quien nunca tuvo fe ni lo ha soñado.

Y yo pondría a Elisa en una urna,
Cual ángel de virtud, si no supiera
Que es ave de reclamo, aunque nocturna.

¡Cuánta calva con riza cabellera!
¡Cuánta canosa greña reteñida!
¿Qué cabeza en Madrid no es embustera?

Finge cadera y pecho la escurrida,
Finge el color de sus mejillas rojo
La pálida coqueta presumida;

Y en la cara de Lucas miente un ojo;
Que de cristal de roca es el izquierdo;
¡A tanto, oh vanidad, llega tu arrojo!

¡Oh! Si algún día los estribos pierdo,
No dirás, infernal Hipocresía,
Que te ladro cual gozque y no te muerdo.

Y ¡qué! ¿No fuera mengua y cobardía
A tus veniales culpas solamente
Lanzar el dardo de la saña mía?

¡Qué! Denuncio a la risa de la gente
El falso dengue, el polisson  maldito,
El muerto rizo y el intruso diente;

¿Y no alzaré contra mayor delito,
De Juvenal la férula empuñando,
Hasta los cielos el airado grito?

¡Oh patria, patria mísera! ¿Hasta cuándo
Te insultarán hipócritas infames
Tu sacro y dulce nombre profanando?

¿Cuándo querrá Satán que no declames
Contra tanta perfidia al vago viento
Y lágrimas perdidas no derrames?

¿Cuándo será que un sátrapa avariento,
Con el público bien siempre en la boca,
Fije sólo en el suyo el pensamiento?

¡Numen de libertad! ¿Por qué te invoca
En insidiosa y pérfida proclama
Quien tus aras sacrílego derroca?

¿Por qué abrasado en tu divina llama
Se finge sin rubor el mal patricio
Que la anarquía y el desorden ama?

¿Hasta cuándo sufrir el artificio
Del que hoy pide congreso, instituciones...
Y victoreaba ayer al Santo Oficio?

¡Tolerancia! ¡Igualdad!... ¡Y a sus pasiones
Suelta la brida el que a tirano yugo
Quiere forzar las libres opiniones!

Honra tu nombre, pues al cielo plugo
La cadena romper que te oprimía,
Y no seas ni esclavo ni verdugo.

Si de la patria el bien sólo te guía,
¿Por qué tu brazo envilecer blandiendo
Las armas de la odiosa tiranía?

Mas reprimir no es fácil al que, ardiendo
En patrio amor, tras luenga servidumbre
Ve derribado al despotismo horrendo.

Así tras de aparente mansedumbre
Traga la puente el Rin, la vega inunda
Y del monte amenaza a la alta cumbre.

Así el toro escapado a la coyunda,
Tal vez arremetiendo al que le uncía
Clava en su hermano el asta furibunda.

¡Oh! ¡Luzca presto el suspirado día,
Término justo al ansia generosa
Del que en la santa ley su gloria fía!

¡Oh cuánto tarda en resonar briosa
La voz inmune del prohombre libre,
Rota ya la mordaza vergonzosa!

¿Cuándo, cuándo será que Astrea vibre
Inflexible su espada, y Manzanares
Pueda las glorias renovar del Tibre?

¿Cuándo será que en respetados lares
Se goce el antes mudo ciudadano
Entonando patrióticos cantares?

¡Ah! No abriguemos la esperanza en vano
De unir al esplendor de la diadema
La libertad del pueblo castellano.

Y la discordia en su agonía extrema
Bramando lleve al fondo del abismo
De la ibera región el anatema.

Y con la pura voz del patriotismo
No más en nuestros valles se confunda
El alarido atroz del fanatismo.

Sí, de bienes sin número fecunda
Ya resplandece la anhelada aurora
Después de noche tétrica y profunda.

Y la misma facción que ciega adora
Al ministro falaz que la fascina
Le arrancará la máscara traidora;

Ya no osará de inspiración divina
Embriagado fingirse, el druida torvo
Que cual vándalo roba y asesina;

Más espantoso que el asiano morbo,
No ya en vez del pacífico incensario
Blandirá de Mahoma el hierro corvo.

Ni convertido se verá el santuario
En bélico arsenal, ni en su recinto
Se albergará seguro el incendiario;

Ni un brazo, ¡justo cielo! en sangre tinto
Bendecirá a la turba que enajena
De estúpido furor el ciego instinto.

En vano un alma de maldades llena
Esconderán dobladas las rodillas
Y los ojos clavados en la arena.

Tú, que feroces hordas acaudillas,
No eres quizá quien el sagrado nombre
Del Supremo Hacedor más amancillas.

Muestras al menos el valor de un hombre,
Y el mismo arrojo que tu ruina labra
Quizá algún día al universo asombre.

Maldito el que la mística palabra
Tuerce mañoso a rebelión injusta
Que a su oculta ambición las puertas abra;

El que osa calumniar con frente adusta
Del Redentor del mundo la incruenta,
Dulce, fraterna religión augusta;

El que a la faz del público aparenta
Paz, mansedumbre; y sigiloso trama
La ruina del país que le sustenta;

Aquel que horrible tósigo derrama
Sobre el incauto pueblo penitente
Que celestial oráculo le llama.

¡Oh! No le creas, no: su lengua miente;
Que es el eco del Tártaro sombrío,
No intérprete de un Dios justo y clemente.

Libres por dicha del contagio impío
Ministros hay en el cristiano templo
Que condenan tan ciego desvarío.

Postrado, absorto su virtud contemplo,
Si detesto al indigno sacerdote
Que de un Opas traidor sigue el ejemplo.

¡Ah! Sólo un iroqués, un hotentote
Pudiera... Mas mi mano se fatiga
De tanto sacudir el crudo azote.

Basta. Aunque más la punce y la maldiga,
El vértigo censorio de mi vena
¿Podrá del mundo desterrar la intriga?

La torpe Hipocresía que envenena
La humana sociedad ¿se irá al abismo
Sólo porque un poeta la condena?

¿Ahuyentaré del mundo el embolismo
Que es para tunos mil una cucaña?
No, no presumo tanto de mí mismo.

¡Alerta! diré sólo; que en España
De día es flor la que de noche ortiga:
Y entre el grano se esconde la cizaña,
Y el que más te acaricia más te engaña.

autógrafo

Manuel Bretón de los Herreros


«Sátiras»
V


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