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LA VIDA DEL HOMBRE.
POEMA PEDESTRE JOCOSERIO.
LA VEJEZ

    «¡Qué ridículo vejete!
No sé cómo hay quien le sufre.
Tose cuando no regaña;
Cuando no predica, gruñe.
Aguante él solo la gota
Y el asma que le consume,
Dolorosas consecuencias
De livianas juventudes,
Y no con su adusto ceño
Desde el martes hasta el lunes
Contra el reposo de deudos
Y criados se conjure.
Cuente sólo sus miserias
Entre rezos y menjurjes
Al confesor que le exhorte
Y al médico que le pulse,
Y deje a la juventud
Que sin tregua ría y triunfe,
Ya con felices verdades,
Ya con ilusiones dulces.
Deje gozar a Melisa,
Pues hierve su sangre y bulle,
Y cuando quiere bailar
No la lleve al via-crucis.
Deje retozar al niño,
Y no impaciente murmure
Si gusta más de su trompo
Que del uniuscujusque.
Harto es hacernos peinar,
Aunque tanto nos repugne,
La perdurable peluca
Que su calva inmunda cubre,
Sin las que a cada momento
Nos está echando con fútiles
Apotegmas que su boca
Antes que articula escupe».
Tales ausencias te guardan,
Pobre anciano, enfermo, inútil,
¡Y dichoso cuando tienes
Riquezas por que te adulen!
Que al menos en tu presencia
Con fingida dulcedumbre
Su inicua aversión disfrazan
A tus surcos y a tu mugre.
¡Cuitado! Cuando amorosos
Los que heredarte presumen
Te ponen los sinapismos
Y los colchones te mullen,
«¡Cuánto mejor descansara
(Para su saco discurren)
En la corte celestial
Entre ángeles y querubes!
Jaletinas y conservas
Traigan de casa de Núñez,
Que sin dañar el estómago
Lo restauran y lo nutren»,
Dice otro; y si fuera médico,
Su receta, no lo dudes,
Diría: «Récipe... horchata
De rejalgar, media azumbre».
«Ese es un mal pasajero
Que en dos días se destruye,
Exclama Juan; no hay motivo
Para tanta pesadumbre.
Tenéis complexión de atleta
Y resistencia de yunque.
Largos años viviréis:
Yo a Dios se lo pido...» ¡Embuste!
Allá en sus adentros dice,
Recordando lo de in pulverem
Reverteris: «¡Plegue a Dios.
No llegues al mes de Octubre!»
Y en tanto, ¿de qué te sirven
Pingüe renta, cuna ilustre,
Si tus sentidos flaquean
Y tus potencias sucumben?
¿Qué sensaciones aguardas
De lo que tus manos hurguen
Si descarnadas y trémulas
La muerte en ellas se esculpe?
¿Cómo gozar de Rossini
El grato, armonioso numen,
Si apenas hiere tu tímpano
El fragor de los obuses?
¿Qué han de oler esas narices,
Aunque flores te circunden,
Si el rapé las embadurna
Y el catarro las obstruye?
¿Cómo gozar de las tintas
Rosadas, verdes o azules
Con que el sol viste los campos
Y colorea las nubes,
Si miope y legañoso,
Dando acá y allá de bruces,
No ves siete sobre un asno
Aunque Rudaguas  te ayude?
¿Qué vale que el ambigú,
De la Risa  te estimule
Con perdices y faisanes
O con salmones y atunes,
Si despoblada tu boca
De muelas con que manduques
No puedes cubrir la mesa
Sino de sopas o puches,
O relajado tu estómago
Por antiguos ambigúes
Apenas consiente el pábulo
De demócratas legumbres?
Y si a tantas privaciones
Cuando doce lustros cumplen
Se ven, ¡ay dolor! sujetos
Los marqueses y los duques,
¿Qué diré del desdichado
Que en su ancianidad recurre
A pedir de puerta en puerta
Mendrugos para su buche?
Si hay uno que le socorra
Hay cuarenta que le injurien,
Y cuando va por la calle
No hay perro que no le aúlle.
Si logra un día que San
Bernardino le refugie,
Aun para el bodrio que come
Fuerza es que trabaje y sude;
O con cepillo en cintura,
Y sombrero que fue de hule,
Y en la blusa remendada
La imagen de un mapamundi,
Sirve en el Prado candela,
Que nadie lo retribuye;
O comparsa de difuntos
Les entona el de profundis.
Pues ¿y el infeliz inválido
Lleno de heridas y cruces
Que mutilado se arrastra
Sin pan, sin cama, sin lumbre?
Pues ¿y el mísero cesante,
Muerto de hambre cuando impunes
Le insultan con su opulencia
Cien ambiciosos gandules?
Mas si no atajo la pluma
Voy a escribir un volumen.
Aquí acaba este romance
Y aquí el poema concluye.

               *  *  *

    He dicho, y añado ahora,
Por epílogo y resumen,
Que desde el lecho en que nace
A la tumba en que se pudre,
El que los sabios titulan
Animal bípedo, implume...
Es el más triste animal
Que en el mundo se rebulle.

autógrafo

Manuel Bretón de los Herreros


«La vida del hombre»
VI


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