GOLONDRINA
Moneda cotizada por el cielo,
dale un poco de Bécquer a este siglo.
Dale un poco de aquello... No importa que el notario
escriba que ya es viernes si es domingo en el verso.
Ya no tendrá un horario que inquiete sus zapatos.
Ya sabrá por qué un beso le atrasa sus relojes.
Ya sabrá por qué a veces le ensancha sus ventanas
tu fugitivo cielo, tu luto de relámpago.
Pero basta, basta ya de metáforas. A su sitio los tropos.
La escoba no ha perdido su manía...
Y ahora...
Ven acá, golondrina.
Tú sabes que Pascal iba en burro a la escuela,
¿para qué va la Biblia en cohete a la luna?
¿O es que como el muerto que se va de este mundo
con sólo su espirita combustible,
con él mismo se va también el vivo?
Quizá lo sepa Armstrong que viajó con el libro.
Pero tú, ya lo sabes, golondrina.
Para ti, todavía,
son niñitos de teta los cohetes.
Tú vienes de más lejos. Tu luto es planetario.
Mientras tanto los chinos, panteras atrasadas,
estos Bécquer del Asia se comen tu excremento.
Manuel del Cabral