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UN TELEGRAMA

Nos dijo Johnson que por un telegrama
«unos dominicanos lo llamaron con lágrimas».
¿Tú estás seguro, Johnson?
¿Tienes buena memoria?
Sin embargo,
lo creo...
Los ricos,
aunque defienden lo que no podrán llevarse
hasta donde tan sólo cabe un huésped,
allí,
donde nos cabe apenas el cadáver,
todos los ricos,
casi sin excepción (tengo parientes)
todos,
quieren más su fortuna que el sitio donde nacen,
y como son un lujo de la tierra,
lloran como extranjeros en su casa,
lloran para que les cuiden su siesta,
para que les cuiden su parranda,
su mano en lo ajeno, su inocencia que ofende,
el ron con ruido de sus prostitutas,
la limosna negocio (viejo truco);
lloran,
lloran,
lloran por todo, lloran hasta sus jueces
que juran ante un Cristo dulcemente caníbal...
Es un Cristo especial, tan a su gusto,
que negocian con él, por si en el cielo tienen
ángeles guardaespaldas...

Pero estos ricos quieren...
quieren vivir tan limpios...
que en cuanto se descuidan con su higiene...
una cosa cualquiera los ensucia... Por ejemplo:
un telegrama a Johnson.

autógrafo

Manuel del Cabral


«La isla ofendida» (1965)

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