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LA POESÍA

A ALEJANDRO POSADA

¿El prez de poesía
Desdeñas, Alejandro, y sus favores?
La ciega que vendía
Manojuelos de flores,
Hijas de la campiña y sus amores,

Cantaste dulcemente
Cuerdas pulsando de laúd sonoro;
¿Y ahora indiferente
Le cuelgas? ¿el tesoro
Sagrado arrumbas que envilece a1 oro?

No es venal cortesana
La que sonoros números te inspira;
No melodía vana
Los ecos de su lira;
No ser mortal a quien propicia mira:

Del ángel compañera
Huéspeda es de la tierra y ornamento:
Ella humanó la fiera,
Y del mar y del viento
El ímpetu contuvo y movimiento.

Ella el dolor serena,
Y burla de los déspotas la saña:
Al hijo que en cadena
Gimiere, le acompaña,
Y en luz gloriosa su sepulcro baña.

Ni es todo lo que puede
Eternizar un nombre, vano acento:
No; que al mortal concede
Vivir siglos sin cuento
En sus versos que son su pensamiento;

Y que vuele y por cima
Del abismo de olvido se levante;
Y a otros salve y redima,
Como al ideo infante
Elevó al cielo el águila rapante;

O cual favorecido
Por la alma diosa, en medio de las teas
Ardientes y el rüido
De las armas aqueas,
Libertó en hombros a su padre Eneas.

Asido a la armonía,
Aquiles de los años al embate
Resiste todavía:
Sin el meonio vate,
En el polvo yaciera del combate.

Ni la bella Eliodora
Nos mostrara en perpetua primavera
Su fez encantadora,
Si amor no dividiera
Con ella el lauro del divino Herrera.

¡Guai triste! ¡no te niegue,
Atenta a la venganza, sus fevores
La diosa; y cuando llegue
Momento en que la implores,
Firme atape el oído a tus clamores!

autógrafo

Miguel Antonio Caro


«Poesías» (1866)

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