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A EUGENIA BELLINI

EN EL ÚLTIMO ACTO DE "LA SONÁMBULA"

¿Quién de mi fantasía
De aquella blanca aparición del cielo
La imagen pura disipar podría?

Todavía la miro
Durmiente peregrina; todavía
Oigo el tierno suspiro
De su apenado corazón. Sus ojos
En nueva luz se encienden,
Y por cuello y espalda los manojos
De su cabello undívagos descienden.
Pálida y lenta y sola,
Coronada de mística aureola,
Alma parece que purgado hubiera
Humanas culpas en ceniza obscura,
Y restaurada alzándose, anduviera
El camino buscando de la altura.

¡Cuánto peligro, oh! ¡cuánta
Amenaza de muerte la rodea!
No ve cuál del molino cerca gira
Veloz la rueda? ¿Y el desván no mira?
¿Y cómo, ¡ay Dios! al asentar la planta,
La viga blandeándose flaquea?...
¡Dormid, tímidos ecos veladores!
Céfiros que vagando
Removéis a los sauces lloradores
La hojosa copa con estruendo blando.
¡El vuelo suspended!... ¡callad, pastores!
¡No robes tus antorchas; nada inquiete
Tu paz y tu silencio, noche umbría!
¡Naturaleza a la beldad respete
Que el sueño, no ya el crimen, extravía!

¡Ah! ¡la bondad divina pudo sola
Salvar su vida de peligro tanto!
Ese mirar profundo
No es humano mirar; esa apostura

Revela origen celestial, y al alma
Secreto infunde y delicioso espanto.
¡Oh, cuán sentido canto
Del labio exhala en imponente calma!
¡Qué acentos vibradores!
¡Qué honesto y dulce suspirar amores!
Ved cuál tímida besa
La última ofrenda del ingrato Elvino,
Y en dulces voces su amargura expresa:
«¡Prenda de amor, en tanto que el destino
Lo quiso! ¡oh don del que me afrenta y amo,
Don inocente, florecido ramo!
Recibe de mi labio esta sincera
Afectuosa expresión... ¿Quién me dijera
Que un soplo iba a robarte la frescura!
Símbolo al fin de la fortuna mía,
Pues las que verdes cultivaba un día,
Hoy mustias esperanzas atesoro!...»

Dice; se apaga su canora queja,
Y en las hojas marchitas caer deja
Trémulas gotas de doliente lloro.

Así la dulce tórtola inocente
Orillas de arroyuelo transparente
Con blanda voz los ecos enamora;
Mientras tal vez de envenenada flecha,
Emblema de traidora
Calumnia, armado el cazador acecha;
Y el arco tiendo, y rápido silbando
El dardo por los aires, va derecho
Del ave inerme a ensangrentar el pecho.
Siéntese herida la infeliz, y alzando
Lánguido el vuelo, débil bate el ala,
Y tras largo penar, en la sombrosa
Haya, al caer la tarde, se reposa,
Y sola su postrer lamento exhala.

¡Numen de la armonía!
¡Hermano de la santa Poesía!
¡Tú que a Arïon en medio al iracundo
Mar dictaste grandísonos acentos,
Y a Orfeo diste encadenar los vientos
Y triunfante salir de lo profundo!
Si del suelo ausentándose las ninfas
Que gozan de tus cándidos favores,
De luceros por siempre se coronan,
¿A esta por qué desamparada hoy dejas
En la patria del hombre? ¡Oye sus quejas,
Hijas del alma que su mal pregonan!
Otra mansión distinta
A su mente furtivo el sueño pinta,
Y a su pesar, del lecho la arrebata,
Como en demanda de la patria suya.
¡Ven, cércala de blanca nube y leve
Que a otra región a dispertar la lleve,
Que a otro campo, a otro sol la restituya!

Mas ¿dónde, enajenada fantasía,
Vuelas así a perderte?... ¿Y todo es ido?
¿Y aquellas horas de placer y encanto
Fueron vana ficción? Ficción ha sido
De amor el llanto, que de amor la llama
Aún no su tierno corazón inflama.
Pero esa voz que el ánimo enajena,
Rica, flexible, de emociones llena,
Preludio de celeste melodía,
No es ilusión, ni el virginal agrado
Del rostro peregrino
Tiernamente tal vez ruborizado,
Su honesta risa y su mirar divino.
¡Oh joven de atractivos coronada!
Benigna, generosa,
Convierte la mirada
Al homenaje que en tu honor tributa
Sincera admiración respetuosa.
Tú de huéspeda en hija te tornaste
De la aromosa América, que asombra
Tu sien con lauro y su deidad te nombra.
Sigue por el sendero
Que las Gracias y Apolo te preparan:
Con amenas o espléndidas ficciones,
Ninfa inocente, embelleciendo sigue
En la callada noche nuestros días
Que bastarda ambición, rudas pasiones,
Impiedad y discordias acibaran.
Sigue, y estima cual mejor victoria
Que avasallar la gloria,
No dejar en las zarzas del sendero
Reliquias tristes del candor primero.
Sigue entre aplausos y brillantes flores
Que tus admiradores
Derraman a tus plantas.
¡Bella si ríes, bella si suspiras,
Eres el ángel del pudor si miras,
Eres la diosa del amor si cantas!

autógrafo

Miguel Antonio Caro


«Poesías» (1866)

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