LA SOMBRA DE HUÁSCAR
En su lecho, prisionero,
yace Atahualpa dormido;
mas despierta, se incorpora,
arrojando al aire un grito.
«¿Quién me toca con sus manos?
¿Quién me llama con gemidos?
¿Qué visión de los sepulcros
turba mi sueño tranquilo?»
Quien te llama y te despierta,
quien suspira en tus oídos,
es Huáscar ¡ay!, es tu hermano,
es el cadáver del río.
En vano sueñas rescate
y el real poder antiguo;
de mí piedad no tuviste,
no la tendrán, no, contigo.
A la tierra de los muertos
pronto irás, bastardo inicuo:
Atahualpa, fui delante
para enseñarte el camino.
La adusta sombra de Huáscar
se disipa de improviso;
Atahualpa se estremece
de mortal escalofrío.
Manuel González Prada