anterior   aleatorio / random   autor / author   inicio / home   siguiente / next

EL CHASQUI

«Chasqui llamaban a los correos.
Viracocha, a los primeros españoles».

Garcilaso

                        I

Salta el Blanco de su lecho
con la luz del nuevo día,
y apercibe a la carrera
su caballo de Castilla.

—«Desiertos, montes y ríos
de ti me apartan, oh Elisa;
mas pisaré tu morada
con la aurora vespertina.

»Pronto, en marcha, imbécil Indio,
sé mi chasqui, sé mi guía:
ve delante a mi caballo;
si cejas, ¡ay de tu vida!»

—«¡Piedad, piedad, Viracocha!»
clama el Indio de rodillas;
mas el Blanco parte, vuela,
y el sangriento azote vibra.

                        II

El desierto se despliega
como sábana infinita,
con su Sol inexorable,
sus arenas agresivas.

Ni una choza, ni una palma,
ni una fuente, ni una brisa;
que son llanuras de fuego
los desiertos de las Indias.

El animoso caballo
doma sed, vence fatiga,
y con alas en el casco
el arenal desafía.

—«¡Piedad, piedad, Viracocha!»
Clama el Indio de rodillas;
mas el Blanco nada escucha
y el sangriento azote vibra.

                        III

Asoma el ardua ladera,
en los aires suspendida,
con sus angostos senderos
y con sus peñas bravías.

Sólo el cacto taciturno
eriza allí sus espinas;
sólo el cóndor, a lo lejos,
sus negras alas agita.

El generoso caballo
espavorido vacila;
mas la aguda espuela siente
y el abismo desafía.

—«¡Piedad, piedad, Viracocha!»
Clama el Indio de rodillas;
mas el Blanco, mudo y sordo,
el sangriento azote vibra.

                        IV

Cercano el río retumba,
con sus fragosas orillas,
quebrantando entre las rocas
las espumas de sus iras.

No hay un vado, no hay un puente,
en la onda embravecida;
porque mares desbordados
son los ríos de las Indias.

El generoso caballo
amedrentado vacila;
mas la aguda espuela siente
y las aguas desafía.

—«¡Piedad, piedad, Viracocha!»
Clama el Indio de rodillas;
mas el Blanco ignora quejas
y el sangriento azote vibra.

                        V

Mansa difunde la tarde
su roja luz mortecina,
y los muros de una estancia
entre flores se divisan.

El caballo arroja el viento
en relinchos de alegría,
y, al pie de férrea ventana,
la sudosa frente inclina.

En tierra salta el jinete,
al Indio arroja la brida,
un dulce nombre modula
y la bella estancia pisa.

En la sombra estalla un beso
y en el campo un ay expira,
que delante del caballo
exhala el chasqui la vida.

autógrafo

Manuel González Prada


«Baladas peruanas» (1935)

subir / top   poema aleatorio   siguiente / next   anterior / previous   aumentar tamaño letra / font size increase   reducir tamaño letra / font size decrease