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"SURGITE!"

                  I

Blanco el cielo. Montañas oscuras
se destacan en fondo gris perla.
Sobre el pico más alto ha prendido
su penacho de luz una estrella.
Un alfanje de plata la luna,
|recortando las nubes, semeja,
y un lucero, muy pálido y triste,
desde el negro perfil de la sierra,
somnoliento, su blanca mirada
arrojando, al morir, parpadea;
a la vez que otros astros se ocultan
en el seno de la húmeda niebla.

                  II

Los nocturnos ruidos se apagan
y se apagan también las estrellas.
Por el Este sus franjas de oro
de la aurora gentil mensajeras,
tiende el sol que en su lecho de nubes
como un rey oriental se espereza.
Y las sombras, buscando refugio,
de Occidente en los mares navegan
y el espacio atraviesan veloces,
tripulando sus góndolas negras.
Sólo Venus esplende, vibrando
su mirada imperiosa de reina.

                  III

En la tierra las cosas presienten
un instante solemne, y esperan
Surte el agua, las fuentes palpitan,
se estremece la oscura arboleda
y entre el hondo temblor de las frondas
laten almas que cantan y vuelan.
Son alados espíritus: brotan
del ramaje; las hojas despliegan
el sutil pabellón de esmeraldas...
Todo es vida y calor, todo tiembla
cuando el sol, rosa inmensa de fuego,
su lumínico polen dispersa.

                  IV

A lo lejos se siente el estruendo
del trabajo y la lucha que llegan.
El reposo es momento que pasa,
perdurable tan sólo es la brega.
¡Hombre, sus!, abandona tu lecho,
que la vida te llama y espera.
Ya en tu seno las vísceras laten,
ya en tus sienes la sangre golpea.
¡La montaña calcárea, a tus huesos;
sus entrañas de hierro, a tus venas,
y a tu espíritu ardiente los rayos
en que inunda tu Dios las esferas!

Manuel José Othón


«Poemas Rústicos» (1902)

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