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GLOSAS A JESÚS CRUCIFICADO1

  Se agranda la luna como una pupila inmensa para mirar la tragedia. El crimen se levanta como un pulpo de nieve y la turba, pagada por los negros fantasmas que no quieren la paz ni la luz, escarnecen el rostro del Divino Poeta del Amor.

  Una inmensa caravana de caras congestionadas por el vino y manos envilecidas por la baba amarilla del dinero avanza, manchando la estampa azul de la tarde.

Entre la turba —como un lirio de cristal—, con altura de nardo desvelado, hundido por el peso de una cruz enorme, camina como un ala de cisne la dulce lumbre blanca de Jesús.

   Sus caídas penetran en la tierra, que llora lágrimas de polvo sobre la fiebre de sus heridas rodillas, y hacen rojos tulipanes jardinizando las huellas de sus pasos.

   Y lloran los almendros, y sus lunas pequeñas tejen con sus pétalos pañuelos de alba para limpiar el sudor de la cara ensangrentada, y los claveles se levantan como pulsos de sangre rebelde para protestar contra el crimen.

   La primavera se hace rosa, arroyuelo cristalino, pluma, caracola, Amor. Y el hombre se hace tigre contra el Hombre que lo viene a salvar. Y el poeta d e s h o j a estas glosas sobre el sueño azul del REDENTOR,

                        I

Tu paso azul deshojado
sobre la tarde que muere:
ese soldado que hiere
el jazmín de tu costado.
El crepúsculo llorado
sobra tu cuerpo caído
y ese madero aterido
por un arcángel de nieve,
tu cuerpo de sangre llueve
sobre un mundo corrompido.

                        II

Sobre un mundo corrompido
vas sembrando tu Semilla
y está naciendo en mi orilla
la blancura del latido.
Tú quieres hacer tu nido
con plumas de ruiseñor
y la llama de tu amor
se ha transformado en paloma.
Por el Alba Azul asoma
tu mano de Redentor.

                        III

Luna pálida. Dolor
de la faz ensangrentada,
—luz de almendro la mirada
para deshojar amor:
pulso de alondra y de flor
en la espina del gemido,
Señor de la Cruz Caído
para salvar la BELLEZA.
Astro de Eterna Pureza
por un madero mordido.

                        IV

Mi verso se ha detenido
en tu mirada amorosa
—Altar de lumbre la rosa—
para mirarte dormido.
Viene por la nieve herido
el llanto azul de María,
y el agua de mi poesía
lentamente se derrama
para mojar tu llama
la perenne melodía.

                        V

Para estar en tu agonía
como un pétalo de cera
enciendo en tu cabellera
la luna de mi poesía.
Viene el caballo del día
con su crin amoratada,
y tu carne traspasada
por los clavos del dolor
con futuros de ALBORADA.

autógrafo

Manuel Pacheco


También conocido como CRISTO CRUCIFICADO.


«Imperio: Diario de Zamora» (1961)

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