EL AVENTURERO SUEÑA
Soñó la vida en la llanura inmensa
bajo el cielo bruñido
como un espejo,
la soñó inacabable y reposada
llevando el mundo todo
dentro del pecho.
Y al contemplar en el ocaso sierras
de nubes encendidas,
soñó su esfuerzo
que más allá se abrían nuevos mundos
encendidos, cual nubes,
todo portentos.
Mundos de oro, de rojo, de vestiglos,
que muy pronto en ceniza
verá deshechos,
cuando sus ojos infinitos abra
al despertar, de noche,
su padre el cielo.
Y más allá también de las estrellas
soñó valles recónditos
de un mundo eterno,
un mundo de oro líquido en que el alma
cobra frescor de vida
del mismo fuego.
Su corazón sentíase abrumado
de los henchidos siglos
so el duro peso,
peladas sierras de mortal fatiga
llevaba su alma a cuestas,
de nacimiento.
Y se dejó mecer al dulce arrullo
que en la serena noche
llega en secreto
de la bóveda toda, a quien contempla
de sus millones de ojos
el parpadeo.
Y al resplandor de la preñada luna
vio perderse los páramos
blancos y yermos
allá en las nubes, y arrancar desde éstas
de Santiago el camino
con rumbo al cielo.
Cielo, nubes y tierra, todo uno
le reveló la luna
—¡mágico espejo!—;
todo ceniza que algún día en polvo
volverá para siempre
de Dios al seno.
Miguel de Unamuno