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CAPRICHOS
SIN SENTIDO

Quisiera no saber lo que dijese,
nada decir, hablar, hablar tan sólo,
con palabras uncidas sin sentido
verter el alma.

¿Qué os importa el sentido de las cosas
si su música oís y entre los labios
os brotan las palabras como flores
limpias de fruto?

Palabras virginales, dulces, castas,
monorrítmicas, graves y profundas,
palabras que recuerdan tiernas tardes
languidecidas.

¡Oh, dejadme dormir y repetidme
la letanía del dormir tranquilo!
¡dejad caer en mi alma las palabras
sonoramente!

¡Oh, la primaveral verde tibieza
que en mi pecho metiéndose susurra
secretos a mi oído y misteriosa
nada me dice!

Claras mañanas de esperanza henchidas,
serenas tardes del vivir desnudo,
noches calladas de sosiego dulce,
¿cuál vuestra lengua?

Y luego... ¿qué? ¡no sé! Y eso, ¿qué importa?
Podéis cortar donde queráis; ¡el cuento
nunca se acaba y por lo tanto acaba
donde se quiera!

Fluye el regato entre las frescas flores,
y es el órgano vivo cuya música
sirve de fondo al canto polifónico
que alzan los pájaros.

Brotan las melodías de los nidos
y la armonía surge de las aguas,
el coro en el follaje y entre el césped
concierta el órgano.

Y no calla de día ni de noche,
nos canta sin cesar su canto eterno
que, como no empezó a nuestros oídos,
tampoco acaba.

Y ¿qué dice? ¿Qué dice? si dijera
lo que decís que dice no diría
lo que queréis que diga y al decirlo
no le oirías.

Suena el regato entre las frescas flores
acompañmdo al canto de los pájaros,
y si éste es de dolor y si es de júbilo
igual el órgano.

¡Oh, no busquéis la letra, la que mata,
lo que vida nos da, buscad espíritu!
¿qué ha querido decir?, prosigue... ¡déjalo!
¡busca lo íntimo!

Mientras duermen los campos el rocío
vivífica a las flores soñadoras;
duerme, mí alma, que el rocío dulce
de la palabra

caerá sobre tus flores, tus sentires,
que luego beberán esa celeste
esencia de la noche, cuando el beso
del Sol les dore.

¿Queréis que acabe ya? ¡Bueno! Ahí os queda
ese zumbar que deja la campana
muriéndose en el ámbito sereno
de blanca tarde;

ese sagrado trémolo que muere
derretido en la luz que se derrite
cuando al Ángelus nacen las estrellas
y se abre el cielo.

Si Os dejara en el alma un vago trémolo
como el que baja de esa vieja torre,
que a la oración nos llama, os dejaría
mi alma toda.

Acabo ya y continuad vosotros;
si os limpié de conceptos el espíritu
por pagado me doy de estas estrofas
tan sin sentido.

autógrafo
Miguel de Unamuno


«Poesías» (1907)
Caprichos


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