V
BAJO ETERNA LUNA
Cayó éste más al borde de la senda
escalando la cumbre a paso tardo,
de la cruz al pie rendido el fardo
de su dolor dejó, piadosa ofrenda.
Veía en lo alto palpitar la tienda
en donde clava el sol su primer dardo
y el último y en donde el cielo pardo
baja en niebla sin lluvia que la ofenda.
Iba tras el descanso su fatiga
a ver del sol la refulgente cuna,
huyendo de la sombra que atosiga
al corazón, y sin aurora alguna,
duerme muy lejos de la cumbre amiga
su sueño eterno bajo eterna luna.
Bilbao, IX-1910.
Miguel de Unamuno