XXIX
REDENCIÓN
Dios te conserve fría la cabeza,
caliente el corazón, la mano larga,
corta la lengua, el oído con adarga,
y los pies sin premura y sin pereza.
Cuando en la senda del vivir tropieza
el hombre del dolor bajo la carga
su propio peso es el que más le embarga
para alzarse del suelo. La tristeza
sacude, empero, que ella es el estrago
más corruptor de nuestras pobres vidas,
pues no es vivir vivir bajo su amago.
No por tus obras tus tesoros midas
sino que el alma, de fe pura en pago,
se levanta merced a sus caídas.
23-IX-1910.
Miguel de Unamuno