XXIII
TORO
Tú, blanco toro de lunada frente,
toro entero y sin mancha, que tan sólo Levítico IV, 2.
te doblegaste de la cruz al yugo,
regando con tu sangre nuestra tierra,
que es el ara del templo de tu Padre;
becerro expiatorio, del rebaño Levítico XVI, 6.
cabeza, y a la vez que sacerdote
victim que te ofreces a Ti mismo; Hebreos VII, 27.
de Ti, que rumias nuestras tristes penas
y con hendidos pies surcas los valles Levítico XI, 3-4.
cuyo verdor abonan nuestras lágrimas,
comer podemos, que tu carne es pura.
¡Tú, becerro de carne mantenida
con la mies del trabajo que los hijos
de Adán sudaron, al becerro de oro Éxodo XXXII, 4, 20.
quemándolo en tu fuego lo reduces
a polvo, que en las aguas esparcido
nos lo das a beber y así consigues
de tu padre a nosotros el perdón!
Miguel de Unamuno