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XXVII
ESPADA

Tu cuerpo como espada al sol relumbra;
como una espada al sol luce tu cuerpo,           Isaías XXXIV, 6.
espada del Señor, llena de sangre,
como el cuchillo aquel con que desgarra           Job LI, 7.
del Leviatán el escamoso cuero;
como una espada de vencer combates
—¡espada de dos filos tu palabra!—,           Hebreos IV, 12, Lucas XII, 51, 54.
con la que hay que cortar de nuestra vida
el cordón terrenal. Pues Tú viniste
en tu diestra a traer paz con la guerra:
por Ti riñen los hijos con los padres
entre sí; los hermanos, los esposos:
eres la espada de la paz, que hiere
para acabar la guerra con la guerra;
eres acero que divide y junta,
pues sólo junta aquello que divide;
y eres la espada que arde, brasa pura,
cual aquella querúbica que veda           Génesis III, 24.
el camino del árbol de la vida
del paraíso. Y eres la blanca llama
de la hoguera, crisol de nuestras almas,
que liquida el dolor y lo trasmuda
en río que va al sol, que es mar de fuego.
Blanca llama, relámpago que es sangre
de las tinieblas, cual aquel que hiriera
en el sendero de Damasco a Saulo
diciéndole: «¿Por qué me persigues?
¡Yo soy Jesús, a quien persigues, Saulo!»           Hechos IX.
¡Blanca llama de fuego que devora,
hoguera del amor: como a la enjuta
yesca mi corazón entero abrasa;
mi carne de pecado se consuma,
y hágale pavesas su restregón!

autógrafo
Miguel de Unamuno


«El Cristo de Velázquez» (1920)

inglés Translation by Armand F. Baker

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