XXV
RODILLAS
No encorvadas, erguidas tus rodillas,
a modo de quien marcha, pues tu muerte
jornada es, no descanso. Y por espuelas Ezequiel II, 1.
de la cruz, tu corcel de lid, los clavos,
la empujas aguijándola en tu vuelo,
no por ella llevado, pues dominas
como buen menestral a tu herramienta,
y a su remolque a todos nos arrastras. Juan XII, 32.
¡Y con tus corvas, presas del madero,
Tú, armándole al Demonio zancadilla,
morder le hiciste el polvo ensangrentado,
y a cubierto dejaste del enojo
de tu irritado Padre nuestro error!
Miguel de Unamuno