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SUJETO EN CUARTO MENGUANTE

                                  I

Mira la luna ahí afuera en lo alto. ¿Qué te parece? Me parece
un poro. Es la luna llena. Llena de polen, digo. Me parece
un poro y luego un punto negro. La luna es blanca, gallo.
Blanco es el cielo y la luna un punto negro.


                                  II

Anoche oyeron gritar a alguien. Las brújulas me dijeron que
se estaba haciendo tarde. ¿Tarde para qué?, les pregunté. Tarde
no más, dijeron, riéndose de mí. Me fui caminando en cámara
lenta. Oigan, brújulas, la risa abunda en boca de las
histéricas. Somos almas en pena, dijeron. Sujeto, échate un
vistazo hacia adentro y cuéntanos qué ves.


                                  III

Todas las cabezas iban bailando en procesión. Las verdes, adelante,
cubiertas con ramas de tomillo. Las rojas, unos pasos
atrás, pintadas con lápiz labial. Las amarillas, con cáscaras de
papas pegadas en la frente. Me agarraron a peñascazos las
muy cabronas. Me regaron con agua bendita. Me echaron alquitrán
en el pelo. Pero yo seguí metido en la procesión, empapado,
apestando a luna.


                                  IV

Fue entonces cuando las lunas azules no pudieron más y se
pusieron a gritar. Daban grandes aullidos de chanchos apaleados,
chillidos de todos portes que ponían los pelos de punta.
Cállense que sus bramidos me asustan más que mi cara,
les dije. Mientras tanto las otras cabezas hacían preparativos
para que me confundiera y avanzara por el camino errado y
fuera a parar al fondo del precipicio


                                  V

Aquí se detuvo el río de mi pensamiento. Se empozó y formó
un charco. En este charco lleno mi tarrito con agua. Con
esta agua mojo mi pan y lo chupo. Estoy afirmado contra una
pared más blanca que mi pensamiento.


                                  VI

Había un hilo perdido. Mi mamá me dijo: «Niño, tienes una
hilacha en el suéter. Sácatela tú mismo, porque si no te va a
traer mala suerte». Pisé la hilacha y se me pegó en la suela
del zapato. Salí del cementerio y se me notaba la hilacha. Alguien
me dijo: «Oiga, tiene una hilacha en el zapato». Y alguien
más: «Es el hilo que se le había perdido»


                                  VII

Había un hilo que deambulaba por todas partes buscando a
su mamá. El hilo corría por la comisura de los labios. Hagámosle
un homenaje al hilo perdido. Las personas depositan
ofrendas florales en la tumba del hilo desconocido. Estás navegando
sin timón por el sueño. Estás navegando a la deriva
por el sueño, cantaron las brújulas.


                                  VIII

¿Corto la cara de la luna? No. Apriétala con las uñas para que
le salga el polen. Cuidado, oye, que me duele. Me saqué el
punto negro y ahora me está saliendo sangre. Lunático. Tú
también. Multiplícate por cero, loco.

autógrafo

Óscar Hahn


«Versos robados» (1995)

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