EL MONTÍCULO

El viento sopló de mañana,
y sobre la arena del desierto
un bello montículo formó,
y creí, ¡oh ingenuo de mí!,
que era este ente algo especial.

Llamé entonces hogar a aquel lugar,
contemplé la lejanía y me sentí sabio,
y al ser más alto que mi entorno
llamé a esto Yo y al resto Tú.

Mas el viento una vez más sopló
y la arena esparció por donde quiso
y cuando todo llegó a su nuevo sitio
lloré al no hallar de mí memoria.

Cuán breve fue mi estancia,
un respiro solamente,
un destello que se apaga,
este silencio que adormece.

Eterna es la arena que sentí,
la mano que dibuja,
el viento siempre errante,
mas lo mío,
fue tan solo una ilusión.