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LA MUJER DORMIDA

Esmaltando la oscura presencia de la casa,
merodeando el silencio candente de los libros
emergieron los muslos de la mujer dormida:
dos lingotes de fiebre
desollando al invierno.
Las paredes atónitas lo comprendieron todo,
afuera los jardines gemían de impaciencia.
Luna,
hierba,
silbidos,
y vibrando nerviosos los pétalos resecos,
adustos comensales que latían y ardían
en los magros contornos de la noche minúscula.

Y dormida,
dormida,
con el brazo tajando el lecho vaporoso,
con el cabello abierto como red de tormenta,
con todas las esquinas limadas de su cuerpo.
Y dormida,
dormida,
hablaba más que el viento,
que las palabras sueltas que hoy quieren definirla,
que la música errante que aceraba sus piernas.
Afuera los jardines bullían de impaciencia.

Andrés Eduardo Pierucci


Andrés Eduardo Pierucci

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Primer Premio 1er Certamen Nacional de Poesía Erótica del Centro Cultural «Cristina De Fercey».