ÉL
Estaba sentado, parecía sentado.
Volaba, volaba hacía otro lugar.
En sus ojos se la podía ver a ella.
Tras su piel, su impasible piel, no había sino dolor y sufrimiento.
Y ella le comía las entrañas.
Por su mejilla, mejilla inflexible se desliza una lágrima.
No había sino dolor y desesperación.
Una historia de dos jóvenes, ella tan frágil, tan
sensible en apariencia,
él, ella le comía las entrañas.
Borja González