UNA MARIPOSA AL FONDO GRIS...
Por veces,
creí verla entre la solapa traslúcida
de una mariposa negra.
Los ángulos de la ventana
eran espuma,
ahora que el alfeizar se tornaba
en el escaparate
donde los molinos juguetean con la sangre suspendida
en el recuerdo
de la lluvia.
Los sepulcros se abrían en cada suspiro de la avenida,
gimoteando estallidos
sobre la moqueta gris...
Sobre la lámpara,
el agua se diluía
hacia el cono de luz.
Allí se perdía una infancia.
Estabas tú...
Tras el jadeo de mis párpados,
el rojo se entumeció
con el color de un beso.
Al otro lado estabas tú...
Tras los cristales
seguirían desapareciendo lingotes de savia.
Fueron siete pasos
y tan sólo volví el perfil
para recordar cómo las cadenas del viento
suspiraban mi melancolía
sobre la soledad de aquellos soportales.
Era noche y no estabas tú.
Por el momento,
alguien sigue vagando sólo
a las tres de la madrugada,
se estremece de frio,
cuando en la escalera del fondo
se entrecruzan los aullidos
con la quietud de los labios.
Bonjour, madamme...
El tiempo se va...
David Fernández Rivera