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HISTORIA DE LA NOCHE
Fragmento XXIV

La verdad confunde
el trágico viaje de las cucharas.

En la doctrina del alambique,
la razón fue un tiralíneas
que montó al diagrama de un insectario,
todo cuanto fue el hombre,
y en esa orgía abismal del conocimiento
nacieron los sabios con sus columpios y modelos,
estableciendo en la mesa de los pobres
la ruta de sangrientos señoríos.

¡Qué grande es la verdad!

El bandido de más labia,
dueño de los arsenales;
el que escupe a otros seres en el rostro
y llora en las actuaciones del Ballet Nacional,
se transformó en el custodio de la filosofía.

Algunos técnicos en teorías,
dicen que fue elegido,
y otros,
entre las sombras, trémulos,
afirman que,
en una conspiración furtiva,
de pronto apareció en el pedestal.

¡La verdad
es indiscutible!

Y a la penumbra de estos lúcidos poderes,
otros hombres, aferrados a una palanca
tiraron en todas las direcciones
y sangraron de dolores al alma y murieron;
eyacularon sonámbulos en medio de la fatiga;
tuvieron la razón y se cortaron la nariz;
perdieron a la mujer, los ojos y la lengua;
los más aventurados,
bajo el título de las grandes ideas
establecieron una ecuación de deslindes,
y envueltos de gloria y bendiciones,
con los arpones de abstractas palabras sin sentido
metieron al centro de un círculo a la humanidad.

¡La verdad
dejó de existir!

La uva, con su delirio de diadema,
descubrió en el mojado combate de un chubasco
el misterio de las respuestas
y colgada de la ausencia
encerró su laguna en un agujero
y aisló con su océano,
sin pestañear ni desaparecer.

Por elevados principios
se levantan códigos
en la garganta de la fe.

Aquí,
el vencido no tiene verdad,
sus hechos son inconclusos
como los rastros de los desaparecidos.

La verdad de estos,
era una mentira.

Aquellos que no hicieron preguntas
y nada sabían, cuando,
bajo las lenguas del cielo estrellado
inventaron la levadura;
de acuerdo a la orden del día
cayeron muertos y fermentaron
por compartir el pan,
errados.

¡Todos los imperios son oscuros!

Por la vida, morirás;
por la vida, te vamos a matar;
por la vida, juntos sacudiremos al mundo
y por la vida, la verdad con sus normas
desmenuza la imaginación
como a un gato muerto en la autorruta.

¡No hay opción!

El estado es una flor colectiva
que elimina los sueños del individuo.

Aprendí el idioma de las luminarias
y encerrado en un espíritu sin luz,
estoy al centro de un círculo,
despreocupado de los armarios
con sus oblicuas respuestas.

No hay verdad para nosotros
y definitivamente,
yo estoy equivocado.

Elías Letelier


Elías Letelier

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