AMOR CREPUSCULAR
Viniste como un soplo del viento de la tarde
hasta las quietas playas de mi melancolía,
donde yo dormitaba, entre iluso y cobarde,
oyendo en el silencio la vieja melodía
de mi desesperanza. Y poco a poco fuiste,
sin que yo lo supiera, derribando mi muro
y asaltando mi torre. Amaba seguir triste,
aferrado al pasado de tibio claroscuro.
Cuando quise enterarme, todo estaba perdido,
el alma arrebatada y el corazón robado,
desamparada y sola mi carne sin la tuya.
¿Por qué razón te quiero? ¿Por qué
te he conocido?
No me retengas, deja que, tras haberte amado,
antes de que amanezca, de entre tus brazos huya.
Gonzalo Pulido Castillo