MANOS PINTANDO EN UNA CUEVA
Pasas las horas mirándote las manos.
En esta oscuridad tus manos son el fuego y las antorchas.
Hay un presentimiento que roza las paredes de tu alma.
Tus manos se parecen a árboles desnudos,
a rutas que se pierden en los sueños.
Cuando abres las manos es como si mostrases un tesoro.
Muy temprano recogiste la sangre
y su olor a impaciencia se vierte por la cueva.
Es extraña la sangre.
Son extrañas las manos.
Frenéticamente mojas tus manos en la sangre una y mil veces.
Frenéticamente imprimes tus manos una y mil veces
en el duro silencio de la piedra.
Irene Sánchez Carrón