ENTONCES... ES JUAN
Quizá su mano,
tatuada por años de trabajo,
transmite una dureza inexistente.
Pero al tocar los surcos de su palma,
te recorre el cuerpo
una inevitable sensación de acogida.
Quizá su verbo,
forjado entre las hierbas de la huerta,
no sea de fina escuela.
Sin embargo,
sus sencillas palabras,
te dejan una huella inolvidable
porque huelen a honradez.
Quizá su espalda,
moldeada por un sol de amanecida,
te dé la imagen de rudeza.
Al darse la vuelta,
su pupila, limpia
te lleva hasta su corazón
desde donde, cada latido
reparte una inusual generosidad.
Quizá un día te encuentres
con unas manos, unas palabras y una espalda...
si al darse la vuelta ves su corazón
entonces es Juan.
(a mi amigo Juan Caballero, en Corsa 10, 2002)
Jorge del Rosario