POEMA PARA UNA MUJER INNOMBRADA
Aún no sé por qué.
Pero me gustaba contemplarla
durante el contrario recorrido
que hacíamos en las caminerías de Terrazas.
Su cara me decía palabras de otra ausencia.
Cuando me hablaba,
en el instante en que se cruzan las miradas contrarias
obligadas a no detenerse,
sin mirar las vitrinas.
Como los mejores descendientes de Marathón,
oía el estribillo de aires malagueños
aprendidos de todos los victorhugos del mundo.
Tal vez, por eso, sentía que la amaba.
Resumía las marchas de mujeres mujeres
decididas a no ser minorías segregadas.
Resumía la angustia de los niños distantes.
Discapacitados.
Y la alegría de los caminos nuevos.
Su paso joven no se detenía.
Por eso era mejor marchar contrariamente,
para tener la seguridad de que no escaparía nuevamente
como ya lo había hecho,
en otros tiempos,
cuando contemplaba pliegues orinoquenses
o naranjos caídos,
en el barrio moruno de Santa Cruz.
Era mejor marchar contrariamente.
Así no escaparía...
No. ... No escaparía.
Terrazas del Ávila, Caracas, Venezuela, julio de 1991.
Luis Álvarez