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LUZ DE LA NOCHE

        22/3/2003

¿Es la luz lo que en la noche
se abre a lo desconocido
para iluminar los abismos del mundo?
El espacio tiembla en su agonía,
en su decadencia hacia la muerte.
Este silencio es un poema de amor,
un poema no escrito,
una representación de tu ausencia.
(Analizo, interpreto y represento
esa impresión que es la poesía).
Busco un abismo.
No hay memoria en el silencio,
no hay palabras en la voz,
no hay vientos en la noche.
No hay heridas en la niebla,
no hay sangre en el desierto,
no hay esperanza en la penumbra.
La luz de la noche dibuja el tiempo
como un garabato que no existe
(confusas líneas en la espiral de la vida).
Un desorden que la luz no reconoce
es esta materia que aparenta existir
en la ilusión de la mirada.
                                                Y la noche
encarna los sentidos de la luz,
los hace suyos,
los convierte en instantes de silencio.

Los latidos de la noche,
en el tiempo de la luz,
invocan al deseo.

La luz de la noche se abre a lo desconocido:
parcial oscuridad hacia lo innombrable.

Palabras no pensadas,
silencios,
poemas en el espacio de la noche,
memorias partidas por el viento,
gestos de agua y firmas disecadas.
Y la luz no muere. No muere
en los brazos del amor,
no declina hasta el lago del alma.
No muere. La luz no muere.
La luz vive,
vive en el deseo,
vive en la esperanza,
vive en el silencio.
Vive en el día,
vive en la noche.
Vive en la vida,
vive en la muerte.
Vive en la memoria,
vive en el latido,
vive en los manifiestos
del tiempo,
de la noche,
del amor.
                    Y con ella te busco
entre las columnas de tu ausencia.
Te busco con el pulso de mi cuerpo
en esta constelación inexistente.
La sangre negra de mi cuerpo,
la luz interior de mi cuerpo,
se extienden en la tumba de la noche.
Hay sangre derramada en esta piedra,
hay una luz difusa en esta voz oscura.

La luz nunca muere:
es eterna.
La luz conoce lo que no conozco,
llega a allí donde los corazones tiemblan,
donde leones de fuego y pirámides de cristal anuncian la aurora.
La luz todo lo alcanza,
ilumina los abismos del mundo
en el aire de la inocencia.
Y desde aquí escribo,
desde esta cúpula transparente,
desde esta burbuja.
(Estoy en el espacio de lo que no existe,
escribiendo un poema
a la luz de la noche,
a tu presencia invisible, imposible y deseada
en el desierto de tu ausencia,
en el jardín del mundo).

Y no puedes oírme,
no puedes oírme a la luz de la noche,
no hay palabras en mi voz.

No hay sangre en el desierto de tu ausencia.
Hay sangre mía en la tumba de la noche.

(Así analizo, interpreto y represento
la luz de la noche,
mientras pienso en ti en el templo de tu ausencia,
en esta habitación cerrada de pájaros y de voces).

Esto es un canto hacia la nada,
una canción en el silencio,
un poema que escribo
entre las estrellas de tu ausencia,
entre los muros de este caótico laberinto
donde el amor es la vida.

El silencio es el poema en la luz de la noche.
Mi voz es mi palabra en el tiempo de tu ausencia.

Luis Llorente Benito


«El templo interior» (2003)

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