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PRIMAVERA DEL SENTIDO

        2/5/2003

El silencio de esta tarde
anuncia un amor que vive más allá del tiempo
y que ahora existe en mi imaginación.
Vive en el tiempo sin el tiempo,
y destruye lo que no existe.
Construye muros de hielo en el desierto del olvido,
inunda de muerte la voz
instalada en los sentidos ante el canto de los pájaros.
Sólo esa música, oculta en los sentidos,
engendra ese amor que late en el silencio;
sólo allí se manifiesta lo que no existe.
Y el pasadizo de la desmemoria (espejos rotos
que reflejan la muerte)
está oscuro, muy oscuro: no hay luz.
Allí el silencio es un fantasma sobre la ceniza del recuerdo,
allí el tiempo es un corazón invisible,
como el reloj del frío.
Y tus manos me hablan de la muerte,
y tus ojos sangran a la luz de la tarde:
despedida,
desmemoria como los olvidos de un poema,
las creaciones de lo no escrito.
Y dibujas tus pasos:
tus huellas permanecen.
Desentierras los sentidos de la primavera,
la primavera del sentido,
la sinrazón de la materia.
Flotan pensamientos en el lago de las preguntas olvidadas,
y yacen respuestas que no llegaron a ser,
que no tuvieron principio,
que no vieron la luz, el instante preciso.
Y la primavera nos muestra su tristeza:
el silencio de esta tarde,
el canto de los vencejos
(silencio y no silencio)
son ahora los ángeles del tiempo.
Estalla un beso en la canción sumergida del amor.
Abre los ojos el muerto bajo el agua.

Primavera es amor:
el hechizo de los amaneceres, de las tardes y de las noches,
el amor que se pierde después de la esperanza,
la luz del ser,
los sentidos del poeta.

Primavera es amor y desamor.
Amor y desamor que al mismo tiempo laten,
que se confunden en el cielo de la nada.
Crepúsculos de amor, noches de esperanza.
Corazones rotos, venas estranguladas.
Gritos en el bosque de la muerte.

El silencio de esta tarde,
el insomnio de las palabras desnudas
y las imágenes del tiempo
son amores deshojados.
Pesan las gotas del dolor en el bosque de los sueños,
en el desierto de la vida,
en el mar del tiempo.
Arden las telarañas en el laboratorio de los poemas,
se iluminan las palabras en el ritual de la memoria.
Tiembla lo inmóvil.
Se desmorona el sentir sereno:
ojos abrasados por la melancolía.
Retornan pasadas existencias:
la memoria de tu cuerpo endurecido
como un naufragio en el mar del tiempo.
Esta es la primavera de la vida:
luz que envuelves todo,
amor que arrancas la música de los labios
y cubres de tristeza las nubes de mi sueño.
Sueño de voces muertas,
tiempo de amor inseguro.
Sueño real hacia la noche,
allá donde se funden la poesía y la plenitud de la vida.

Luis Llorente Benito


«El templo interior» (2003)

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