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ASÍ UN RESPLANDOR DE JARDINES

En la vasta concavidad de la noche cimeria.

Marcel Schwob, Vies Imaginaires

Llegando estoy a ese abismo, tu abismo inútil en el día inútil de las cosas fugaces.
¡Dí tanto de mí mismo hasta quebrarme en escamas naufragadas de una antigua tapicería!

También el sol conspiraba. Irrasilú, el viejo, antiguo servidor de este rey, marca el eclipse.

¿Qué himno no contempla la sangre de tu devoción? ¿Qué néctar no te envenena? Hiciste el árbol de estiércol muy antiguo, Ascepias Acida.

Ahora explicas las piedras de la orilla y la expansión del diluvio.

La geología de azar va deformando la aurora. No está. Ya se cierra, inexplicable.
Se desfigura, insoluble. Hay una plenitud paciente de la raíz, de la zozobra, del vigía con su antorcha insomne velando los retazos de la fiesta.

La raza de nocturnos viajeros vaga por  el mar desmedido. ¿Y por qué debe doler el viento contra el muro de las catedrales?

Y hubo noche y hubo mañana y áspero principio envuelto en nubes.

Porque es el éxtasis, porque fuimos borrados por el viento, porque asistimos a la clara anunciación del manantial. Porque en los jardines de Azof viste la representación sonámbula del monstruo.

Tanta luz atizando un mínimo ritual. Se sienta sobre su féretro y lo muerde, lo está mordiendo.

Villa Santa Lucía de Syracusa, enero de 2004

Manuel Lozano


«La Noche Desnuda de Rostro Ciego»

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