DE UN POETA SINIESTRO, MÁS DUCHO EN FORJAR CLIENTELAS QUE EN ESCRIBIR POESÍA
Poeta de tan hondo magisterio
que le dura el discípulo un suspiro.
Profesor vanidoso y autogiro
que troca la amistad en un sahumerio.
Escribidor tan torpe y tan paleto,
tan pobre de recursos y tan soso,
tan sin estro y de verbo tan casposo
cuyo lector será un analfabeto.
Profesional del vino y las ladillas,
incansable trovero de gabelas
para quien "verso" rima con "morcillas".
Porfiado muñidor de clientelas,
poeta —o no se qué— que, en otras millas,
pasaría por clon de Luis Candelas.
Miguel Argaya