MITOSIS

Una cama, boca arriba y los ojos cerrados. No necesito abrirlos para saber lo que se sucede en los metros cúbicos que habito. Como una extraña mitosis múltiple había noches que sentía que estallaba en miles de partículas diferentes. Los más traviesas trepaban por las paredes y se distribuían de dos en dos en las paletas del ventilador de techo. Otras correteaban por los rincones más inesperados del cuarto mientras, un grupo más pequeño, revisaba entre mis libros y bajo la almohada buscando algo que me condenara.

Mariposas multicolores, inmensas rodean el camino, se reproducen rápidamente y en cada generación van perdiendo un color, símbolo de desgaste. Un color diferente e indiferente que siempre surge al azar. Como la vida misma. En el fondo del camino se divisan capullos en forma de espiral que se extienden hacia afuera, sin límites, como la sonrisa de la Giaconda.

A veces creo que sería mejor, de una vez y para siempre, terminar con todo. No hay semana que no lo piense. Sé que una de estas semanas venideras lo haré. Y la noche se hará, definitivamente.