Divago en un mundo condenado al silencio,
sufro las llagas de mi rota voz,
escucho la angustia prisionera en mi alma,
grito al aire y enmudece el tiempo,
palpo el dolor de un vasto lamento,
paseo por la amargura que me otorga este velo,
huelo la vida y su paso ligero,
y observo la crueldad a la que se somete mi cuerpo.
Apenas existo por estar obligada a vivir muriendo,
y tan solo deseo el anhelo de sentir, sentir...
La liberación de mi cuerpo y como yo vuelvo a estar viviendo.
Purificación García Rodríguez