ELLA, EN LOS REFLEJOS

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  Sobre mi brazo izquierdo una polvareda, hormigas. La luz ciega la hendidura del sol y el sombrero. Un racimo se acoda en una baraja. Caen del vino tatuajes en franjas. Sobre el edredón, nada.

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  Los ladridos me sobresaltan, no sé si el agua ha engullido los cuerpos o si se llama a los perros al festín de los lamentos. Descubro entre árboles el miedo y me yergo en la tarde de la luz que engaña.

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  Una gota se desliza sin alcanzar las letras. Me detengo a mirar los árboles de esta calina pavorosa. Vidrios, sobre el ras del suelo. Ella, en los reflejos.