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Creyéndote perdido, te buscabas.
Inestables patrullas de huracanes
registraban los llantos de los niños,
los sótanos del agua y de la noche,
entre gritos de faros y sextantes.
Y corrían contigo y tú con ellos.
Y se iban sin irse. Y sus retornos
clavaban en tus lúcidas solapas
la risa circular de los molinos.
Y tú, fuera de ti, sin conocerte,
a cuesta con tus vahos de diamante
por tus pendientes de montaña rusa.
Pedro García Cabrera