GRANITOS DE ARENA
XXVI
Mirando sobre el hombro de las dunas
surge la cabellera de las palmas.
Y su pregón riente se transmite,
en el mensaje de la luz dorada,
como un escalofrío de hojas verdes
que ondulase las lentas caravanas.
Atrás queda el tormento de las horas
con la fiebre enconada de sus llagas,
el tambor de los soles redoblantes,
la ventosa cruel de la añoranza,
la sirena falaz del espejismo
vestida con las gemas de un alcázar,
toda la teoría de suplicios
que se esconde la arena bajo el ala.
En medio de la sed de la llanura
el oasis es dulce vaso de agua.
Pedro García Cabrera