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CANDELARIA

Tengo pintadas de un verde
gemelo de las tuneras
la finca de mis amores
mis barcas candelarieras.
Con ellas salgo a pescar
cuando asoman las estrellas;
cho  Juan gobierna la mía,
yo llevo la de mi suegra.
Pero esta noche la mar
tiene muy mala madera;
se ha puesto toro y no hay muro
de lluvia que la detenga,
tajamar que la domine
ni timones que la entiendan.
Esta noche no podrán
ir a ganarme las perras.
Son de talantes esquivos
varadas en la ribera
e íntimamente cordiales
si las espumas las besan.
Y qué gusto da mirarlas
por esas mares afuera
como dos buenas muchachas
columpiando las caderas.
Pero este dichoso sur
se está comiendo una breva
aunque las sardinas campen
como si nada ocurriera.
Y no veré sus gorgoras
ni empuñaré la jareta.
Las sardinas son muy suyas
y van formando una pella,
sólo si huelen toninas
se desparraman y riegan.
Desde que tengo razón
son las sardinas mis perlas,
mis relámpagos del gozo,
mis hierbas de curandera,
mis higos chumbos del mar,
mis cheques de Venezuela.
En torno de sus puñales
mi noche está dando vueltas.
Las quiero como a mí mismo,
son los frutos de mi hacienda.
Por los planchados azules
quedan a la descubierta
los almidonados fuegos
que burilan las candelas.
Y viéndolas se me van
las angustias que me arenan,
ardiendo en sus argentíes
la obra muerta de mis penas
Esta noche no será:
ni agenciaré mi molienda,
ni podré pegar un ojo,
ni dar fondo a la tristeza,
que yo me la paso en blanco
cuando se pone tan negra.
Si siguen así las cosas
la virgen me favorezca,
que si todo viene a pelo
soplando el viento a derechas,
me basto solo y me sobro
con mis brazos y mis piernas.

autógrafo

Pedro García Cabrera


«Vuelta a la isla» (1968)

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