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LO QUE HACE EL TIEMPO

A Blanca Rosa de Osma

Con mis coplas, Blanca Rosa,
Tal vez te cause cuidados
          Por cantar
Con la voz ya temblorosa,
Y los ojos ya cansados
          De llorar.

Hoy para ti sólo hay glorias,
Y danzas y flores bellas;
          Mas después,
Se alzarán tristes memorias,
Hasta de las mismas huellas
          De tus pies.

En tus fiestas seductoras
¿No oyes del alma en lo interno
          Un rumor,
Que lúgubre a todas horas,
Nos dice que no es eterno
          Nuestro amor?

¡Cuánto a creer se resiste
Una verdad tan odiosa
          Tu bondad!
¡Y esto fuera menos triste
Si no fuera, Blanca Rosa,
          Tan verdad!

Te aseguro, como amigo,
Que es muy raro, y no te extrañe,
          Amar bien.
Siento decir lo que digo;
Pero ¿quieres que te engañe
          Yo también?

Pasa un viento arrebatado,
Viene amor, y a dos en uno
          Funde Dios;
Sopla el desamor helado,
Y vuelve a hacer, importuno,
          De uno, dos.

Que amor, de egoísmo lleno,
A su gusto se acomoda
          Bien y mal;
En él hasta herir es bueno,
Se ama o no ama, aquí está toda
          Su moral.

¡Oh! ¡qué bien cumple el amante,
Cuando aun tiene la inocencia,
          Su deber!
Y ¡cómo, más adelante,
Aviene con su conciencia
          Su placer!

¿Y es culpable el que, sediento,
Buscando va en nuevos lazos
          Otro amor?
¡Sí! culpable como el viento
Que, al pasar, hace pedazos
          Una flor.

¿Verdad que es abominable
Que el corazón vagabundo
          Mude así,
Sin ser por ello culpable,
Porque esto pasa en el mundo
          Porque sí?

Se ama una vez sin medida,
Y aun se vuelve a amar sin tino
          Más de dos.
¡Cuán versátil es la vida!
¡Cuán vano es nuestro destino,
          Santo Dios!

Él lleve tu labio ayuno
A algún manantial querido
          De placer,
Donde dichosa, ninguno
Te enseñe nunca el olvido
          Del deber.

Siempre el destino inconstante
Nos da cual vil usurero
          Su favor:
Da amor primero y no amante;
Después mucho amante, pero
          Poco amor.

Tranquila a veces reposa,
Y otras se marcha volando
          Nuestra fe.
Y esto pasa, Blanca Rosa,
Sin saber cómo, ni cuándo,
          Ni por qué.

Nunca es estable el deseo,
Ni he visto jamás terneza
          Siempre igual.
Y ¿a qué negarlo? No creo
Ni del bien en la fijeza,
          Ni del mal.

Este ir y venir sin tasa,
Y este moverse impaciente,
          Pasa así,
Porque así ha pasado y pasa,
Porque sí, y ¡ay! solamente
          Porque sí.

¡Cuán inútil es que huyamos
De los fáciles amores
          Con horror,
Si cuanto más las pisamos,
Más nos embriagan las flores
          Con su olor!

El cielo sin duda envía
La lucha a la tormentosa
          Juventud;
Pues ¿qué mérito tendría
Sin esfuerzos, Blanca Rosa,
          La virtud?

¡Ay! un alma inteligente,
Siempre en nuestra alma divisa
          Una flor,
Que se abre infaliblemente
Al soplo de alguna brisa
          De otro amor.

Mw dirás: —¿Y en qué consiste
Que todo a mudar convida?—
          ¡Ay de mí!
En que la vida es muy triste...
Pero aunque triste, la vida
          Es así.

Y si no es amor el vaso
Donde el sobrante se vierte
          Del dolor,
Pregunto yo: —¿Es digno acaso
De ocuparnos vida y muerte
          Tal amor?—

Nunca sepas, Blanca Rosa,
Que es la dicha una locura,
          Cual yo sé;
Si quieres ser venturosa,
Ten mucha fe en la ventura,
          Mucha fe.

Si eres feliz algún día,
¡Guay, que el recuerdo tirano
          De otro amor
No se filtre en tu alegría,
Cual se desliza un gusano
          Roedor!

Tú eres de las almas buenas,
Cuyos honrados amores
          Siempre son
Los que bendicen sus penas,
Penas que se abren en llores
          De pasión.

Con tus visiones hermosas,
Nunca de tu alma el abismo
          Llenarás,
Pues la fuerza de las cosas
Puede más que Hércules mismo,
          ¡Mucho más!...

Si huye una vez la ventura,
Nadie después ve las flores
          Renacer
Que cubren la sepultura
De los recuerdos traidores
          Del ayer.

¿Y quién es el responsable
De hacer tragar sin medida
          Tanta hiel?
¡La vida! ¡esa es la culpable!
La vida, sólo es la vida
          Nuestra infiel.

La vida, que desalada,
De un vértigo del infierno
          Corre en pos:
Ella corre hacia la nada;
¿Quieres ir hacia lo eterno?
          Ve hacia Dios.

¡Sí! corre hacia Dios, y Él haga
Que tengas siempre una vieja
          Juventud.
La tumba todo lo traga;
Sólo de tragarse deja
          La virtud.

autógrafo

Ramón de Campoamor


«Doloras y Cantares» (1846)
Doloras LXXI


audio Voz: Víctor Villarraza - LibriVox.org


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