EL ÁRBOL DE LA CLÍNICA
Todos sabéis
que yo amé siempre
las cosas más sencillas:
los zapatos heridos
por el tiempo,
el hilo maternal
de las camisas,
los oficios que el llanto
repartió entre la gente
y las solas botellas olvidadas
en los amargos mapas
de las desolaciones.
Pero amé más que a nada
al árbol de la clínica.
Él subió a mi ventana
su ebriedad rumorosa,
a mayo amaneciendo
entre sus ramas,
solo contra el desnudo
invierno de los níqueles.
Por eso le amé tanto
en la mañana aquella,
cuando elevó cantando
su áspera ternura,
el borbotón sonoro
de su misericordia.
Rafael Morales