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A SEVILLA ANTIGUA, Y MODERNA

Salve, ciudad ilustre, honor de España,
que entre todas al cielo te levantas
como el ciprés entre menudas plantas;
del Libio Osiris la mayor hazaña,
ejemplar de valor y de grandeza,
teatro de la ciencia y hermosura,
de una y otra nación perfección pura,
y de todas primer naturaleza...

¡Oh suprema Metrópolis, quedando
A España el nombre y ser que ambiciosa
Guarda, siempre lo estás acreditando!
¡Oh tú, siempre leal, siempre animosa.
Aun en los casos donde el premio engaña;
De humana ley respeto soberano,
A quien no multitud de vulgo vano.

Solicitado de rumor reciente,
Que siempre nuevos príncipes aclama,
Solicitó. Lo raro de tu fama
Suspendido en tus armas noblemente
Admiran el Ocaso y el Oriente:
Dígalo el Orbe Américo vencido
De tu invencible gente;
Y el mar, con naves tuyas discurrido;
O el oro y plata que en un siglo solo
Te dio obediente el contrapuesto Polo,
Que al passo que tu mano lo derrama
Esparce tu valor parlera Fama.
Mas primero tu César te apellide
Último premio de su humana gloria.
Pues fuiste tú su última Vitoria:
O tú, igual población, desde el incierto
Fundador, ya sea Pan, Híspalo sea,
O Alcides, digno empleo de su idea.
Hasta el último huésped, cuyo acierto
Verá patria mejor quando te vea!
Siempre grande te vieron las edades
Independiente al cetro de los dias.
De los tiempos burlar las monarquías.
De los hados vencer las variedades.
Hoy se erigen ciudades
Que ayer desiertos fueron;
Hoy fábricas divinas.
Que a Olympo se atrevieron.
Venerables ruinas
O reliquias pequeñas
Apenas de su espíritu dan señas.
Tú sí te das (la antigüedad no engaña)
Lisonja siempre próspera de España:
O fértil (merced es del soberano
Clima) no solamente de aquel grano
Que coronó los méritos de Céres,
De Palas, de Pomona, de Lieo,
Que otros frutos más ínclitos adquieres;
Los hijos digo, que a la luz añades
Para vida inmortal de las edades:
Héroes repito tantos,
Que a Dios forman ejércitos de santos.
Alce Pío primero tu bandera,
Pues debes a su luz tu luz primera:
Florencios dos, que triunfan en la Zona;
y Eulalia, que dio a Mérida corona,
A ti confiesa su primero aliento.
Félix, Pedro Carpóforo y Abundio,
Iuan, Adulfo, Geroncio, Wistremundo,
Hermenegildos, Laureanos, Isidoros,
Leandros, Diegos, Instas y Rufinas,
Marías, Áureas, Verenes, Florentinas:
Que Dios, Sevilla en tus preciosas venas
Para el Cielo crió tantos tesoros
Cuantas esconde el ancho mar arenas,
Cuantas estrellas los celestes coros.
Tú, urna esclarecida de Fernando
Y teatro primero de sus glorias,
Miraste felizmente sus Vitorias;
y agora, libre del morisco bando,
De tu conquistador santo y valiente
Pyra eres poca, sí, pero decente.

¿Qué diré de tus hijos gloriosos
En quien no cupo el mundo lisonjero,
Dos Teodosios, Augustos, verdadero
Crédito de las armas españolas?

¿Qué del justo Trajano, en cuyas partes
Naturaleza usó todas sus artes?
¿Qué de Adriano valiente,
Sabio, Augusto, dichoso juntamente?

¿Qué de Silio, esplendor de la elocuencia,
Honor de Clío y gloria de Elicona?
Aun los Alarbes, que engendraste opresa,
Tu gimnasio heredaron,
Acreditando sabia medicina
Contra el Reino fatal de Libitina:
Dígalo un Avicena, hijo tuyo,
A quien Grecia deudora se confiesa,
No sólo Arabia feliz. ¡Oh qué tarde
Te restauró tu ley! Alguna empresa
Te pudo ajena hallar, mas no cobarde.
¿Vio, pues, edad alguna
(Desafíalas todas una a una)
Más varón, más fiel, menos ajeno
Que el mejor Guzmán bueno.
Que el valiente Andaluz, león de España,
Néstor en paz, y Aquiles en campaña?
¿Quién no me entiende? don Rodrigo Ponce.
Diga Ilíberis, diga si en su Alhama
Más sangre otra nación mejor derrama:
Occidentales Bárbaros valientes
Digan si no olvidaron
Su triste vencimiento,
Cuando en el vencedor acreditaron
Glorioso, aunque ofendido, atrevimiento;
Ya en los males se hallaron accidentes.
Por quien son, aunque trágicos, decentes.
Mas ¿qué ocioso me acuerdo
De tus valientes hijos, si los sabios
(A cuyo elogio la esperanza pierdo)
Prueban en mi silencio sus agravios?
Discreta suspensión, descuido cuerdo
Será el que selle presumidos labios.
Por no alabar entre cadencias mías
Los Montanos, los Foxes y Mejías.
En ti nacieron doctos, y letrados,
(Bien es que de sus méritos te acuerdes)
Alcázares, Pinedas, Maldonados,
Valderramas, Ruices, Castroverdes,
Ávilas, y gran copia que reserva
A mejor ocasión sabia Minerva.
Nuestro idioma en su beldad primera
Te aclama madre del divino Herrera,
Príncipe fácilmente
De las Musas iberas elocuente,
A quien siguen Pachecos y Medinas,
Y cubren los galeros rutilantes
ínsula sacra a Dexas, y Cervantes:
Preside al gran Senado de Castilla
Vázquez de Arce, a quien Themis le dio silla.

¡Salve, pues, religiosa,
Como fecunda madre en santo celo;
Eliotropio del Cielo,
A todas superior, cuanto piadosa.
Celosa induces en unión Cristiana
Cuanto la Fe para la Iglesia gana
Vínculo de ambos Orbes imperiosa,
Reina del Mar, eternamente salve!
¡Salve, primera fábrica Española,
Madre de todas, hija de ti sola!

autógrafo

Rodrigo Caro


Rodrigo Caro

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