anterior   aleatorio / random   autor / author   inicio / home   siguiente / next

UNA HORA

Era de noche, pero noche no era,
Era felicidad en mediodía;
Furtiva hora del cielo pasajera
            Por la tierra sombría.

Vino esa hora por el rumbo estrecho,
Como tras largo asedio almo festín,
Como tras de quebrado agrio repecho
            Mi sabana sin fin.

¿Y quién vio más glorioso el firmamento
Ni después de más negra tempestad?
¿Cuándo mejor dispuso el cielo el drama
            De la felicidad?

A espaldas del salón estrepitoso.
Do la danzante muchedumbre hervía.
Como aéreo jardín colgaba al fresco
            La opaca galería.

Rosa y jazmín el aire embalsamaban
De media sombra entre el sutil cendal
Cual tras la blonda de velada virgen
            Su corona nupcial.

Cinta de luz cortaba suavemente
El profundo horizonte arrobador;
Allí empezaba a levantarse el velo
            Del eterno esplendor;

Y calando el tejido misterioso
Parpadeaba fúlgida al través
La que llamamos luz de las estrellas.
            Que de inmortales es.

Dejábamos atrás el polvo humano;
Delante estaba lo inmutable, Dios;
El imán de su amor en nuestras almas;
            Juntos al fin los dos.

Roto el secreto abrasador de tanta
Noche sin sueño, y tanto sol sin luz;
Fundida en un abrazo silencioso
            La muda horrenda cruz.

Con indecibles penas lo compramos,
Sí, pero él vale más, mil veces más,
Y pasaron las penas; y ese abrazo
            No pasará jamás.

Cada flor, cada rama de esos árboles
Se estremeció de júbilo con él;
El ruiseñor lo percibió envidioso
            Alarmando el vergel.

Su canto, cual la voz del centinela,
De árbol en árbol resonando fue;
Y ¡ah! ni él probó, ni flores acendraron
            La miel que yo libé.

La sonrisa de Dios, con luz no vista,
En las estrellas diáfanas vibró,
Y allí, como en cristal que nada empaña,
            Ese instante quedó.

Vi reflejada en tu sonrisa angélica
La del Padre amoroso; y fuimos tres
Con Dios que nos miraba; y de ese fúlgido
            Firmamento al través

Fue a registrarse al Libro de la Vida
Un juramento, consagrado ya,
Y que, temprano o tarde, nuestras almas
            Han de cobrarse allá.

Allá, do no hay ni lágrimas que abrasen
Ni duda infiel, ni maliciosa voz;
Donde es eternidad la hora bendita
            Que aquí pasa veloz.

Tú ¡oh generosa! atropellaste el muro
Que ajena infamia entre los dos forjó...
¡Nuevo y solemne en mí, como un conjuro
            Mi nombre resonó!

Me sorprendí, callé; lava de llanto
En tus ojos, ya secos, advertí,
Y, pronto a maldecirte, de rodillas
            A tus plantas caí.

Imperiosa me alzaste; nuestros pechos
Sellaron automáticos su fe.
Giré azorado en rededor la vista...
            Sólo a Dios encontré.

autógrafo

Rafael Pombo


«Poesías Completas»
Poesía Amorosa


subir / top   poema aleatorio   siguiente / next   anterior / previous   aumentar tamaño letra / font size increase   reducir tamaño letra / font size decrease