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MONOTONÍA

              I

¿Esto es vivir?—¿En repugnante calma
Ir viendo un sol tras otro sol morir,
Sin un recuerdo que distraiga el alma
Ni vislumbrar el alma un porvenir?

Ver media juventud en el vacío
Y el vacío a la otra preparar;
Y lentamente agonizar de hastío
Viendo alma y cuerpo agonizar al par.

Esperar un mañana igual a hoy,
Ser este hoy idéntico al ayer,
Y mañana, hoy, ayer, un mes, un año,
Triste lo que será cual lo que fue.

El alma es una espada que se templa
A fuerza de cruzarse y combatir,
Pero quieta se embota y enmohece
Hasta caer aniquilada al fin.

Yo quiero movimiento, vuelo, espacio,
Guerra, mar, tempestades, huracán;
Golpes de esos que matan o subliman;
Grandeza en el placer y en el pesar;

Abrir todas las alas de la vida
Multiplicar el tiempo en el afán,
Tener conciencia de que Dios me hizo
Señor del mundo que a su planta está.

Dormir bajo las palmas del desierto,
Dar eco entre las ruinas al laúd,
Y a par del gaucho en mi veloz caballo
Beber volando el transparente azul.

Bendecir al Criador en la mañana
Con la nieve del Andes a mis pies
Y al dorado vapor de sus volcanes,
Voluptuoso calentar la sien.

Un haz de paja en medio a las rodillas
Mano con mano con el indio audaz,
Rodar del Páez por las pendientes lomas
Oyéndolo entre abismos rebramar.

O en la tarde, en mi caro Magdalena,
De balsa leve al mimador vaivén,
Al canto melancólico del boga
Suspirar de tristísimo placer.

O al borde del augusto Tequendama
Del suicida sublime concepción,
Provocar a la hermosa que se inmuta
A saltar abrazándonos los dos.

O suspendido de girante cuerda
Sobre el Hoyo del Aire a oscuras ya,
De hórrida inspiración galvanizado
Reír oyendo el lazo traquear.

O entre gachonas, danzas y bandidos,
En las noches de amor del andaluz
Danzar con ellas y coplear con ellos
Con el puñal al lado del laúd.

O en un día de hielo y desengaño
En el San Pedro, agonizando el sol,
Oír aquel tremendo miserere
Que desquicia del polvo el corazón.

O en la suprema angustia del combate,
Cuando el amigo me abandona ya,
Bregar con el que huye y el que viene
Y más que nunca estusiasmado estar.

O en deliciosa góndola, remando
De luna y sombra al alternado amor,
Misterios de placer confiar a ésta,
Y a la luna, de paz y adoración.

O entre las ígneas nubes del incendio
Que raudas vienen y en contorno están,
Brindar conforme por el regio huésped
Que me viene esplendente a visitar.

O en alta noche, en el soberbio Atlántico,
A la luz del relámpago mirar
Cual pálido gigante de la muerte
Sorda encima venir la tempestad.

O sobre el Cuerno de Oro, en kiosco plácido
De fresquísimos árboles al son,
Dar mi puñal a la fogosa griega,
Que me mata de celos y de amor.

O inerme y solo entre los patrios bosques
Donde noche y perfumes siempre hay,
Escuchar ese fúnebre rugido
Con que en busca de presa el tigre va.

O en torno de la hoguera del salvaje,
Sobre pieles sangrientas por tapiz,
Con sus horribles danzas celebrando
De mi suplicio próximo el festín.

O deslumbrado entre los hielos árticos,
Bendiciendo la aurora boreal,
Cual la imagen más bella del consuelo
En la noche sin astros del pesar.

O de Asfaltite a la quemada orilla,
La Biblia en mano, el índice en la sien,
Viendo la maldición omnipotente
Paseándose siniestra sobre él.

              II

O... en todas partes, como el viento
En incansable agitación
Volando en pos del pensamiento,
Sin dejar nunca paz ni aliento
A este mi huésped descontento,
Impertinente corazón.

Con todo el mundo por camino,
Con el antojo por destino,
Y éter excelso por maná,
En transportado torbellino
Siempre buscando un más allá.

Necio es el hijo de la tierra:
Bástale mísero existir
O a su varado mal se aferra:
El movimiento es lo que encierra
El gran secreto de vivir.

Parece, tal que los sentidos
Llaves del alma siempre son
Que cambian tono a sus sonidos;
Pues tornan risas los gemidos
Y una blasfemia en bendición.

Con la inquietud y el movimiento
Pierden al fin ellas el tiento
Con tanto abrir, tanto cerrar,
Y el alma en vago aturdimiento
Vibra en sublime redoblar.

Entonces vuela la existencia
Y en su fantástica violencia
Vértigo loco nos posee;
De la desgracia no hay conciencia
El ojo mira, mas no ve.

Y en torno el mundo va pasando
En pantomímico tropel
Cual los que vemos delirando,
Y rienda suelta al humor dando
Ebrios tomamos parte en él.

Entonces a hombres y mujeres
Vida, tormentos y placeres,
Grandezas, glorias y poderes,
Los tratamos cual ellos son:
Farsa, farsantes mercaderes,
Juego de imbécil y bufón.

Entonces vemos por cuan poco
Nos afanamos tanto aquí,
Donde el más bárbaro y más loco
Es el más sabio, el que hace el coco
A tanto niño maniquí.

El que anda y grita cuando el resto
Duermen o callen en redor,
El que conserva firme el gesto
Y al formal, tímido o modesto
Explota en tanto a su sabor.

Entonces ya, no habiendo engaños
No hay desengaño que temer;
Y vengan días, vengan años,
De tiempo y mundo y sus amaños
No hay que sufrir ni aborrecer.

Y flota el alma independiente,
Sin otra ley que su alta ley,
Cual sobre el cauce va el torrente,
Cual sobre el bosque, águila ingente,
Cual sobre el mundo, el astro rey.

Pero estas calmas de la vida
Son imagen de las del mar,
A volar todo nos convida
Pero la brisa está dormida,
Y esperar más es expirar.

Popayán, octubre 1º: 1853.

autógrafo

Rafael Pombo


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