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LA ESTATUA DE COLÓN

Composición dedicada a los señores General Tomás C. de Mosquera; y doctor Ricardo de la Parra.

Y el quinto ángel tocó la trom-
peta; y vi que una estrella cayó
del cielo en la tierra; y le fueron
dadas las llaves del pozo del abismo.
Y abrió el pozo del abismo.


SAN JUAN (Apocal., cap. IX, V, II).

                    I

No era un hombre, era un dios el que a despecho
De las tinieblas del error profundo,
Juego y escarnio de los hombres hecho,
Y armado de una idea contra un mundo;
Dijo a ese mundo altivo y satisfecho:
Yo, sólo yo, vuestro saber confundo;
Yo en mi pobre locara os desafío
Con otro mundo inmenso, y nuevo, y mío.

                    II

No era un hombre, era un dios, el que vagando
De nación en nación, de trono en trono,
Émulos miserables encontrando
Do hallar debiera liberal Patrono,
Iba bañado en lágrimas rogando,
Más tenaz cada instante en su abandono,
Que vieran lo que ver sólo él podía,
Que tuvieran la fe con que él creía.

                    III

No era un hombre, era un dios, el que abrasado
Del rapto omnipotente del profeta,
Sin más luz que la luz del inspirado
Y un alma audaz, de abnegación repleta,
Viendo todo en su pérdida obstinado,
Y osando todo, fabuloso atleta,
Lanzóse en pos de un ignorado mundo
A un ignorado mar sordo y profundo.

                    IV

¡Ay! ¿dónde irá? ¿quién ve? ¿quién encamina
Ese feble batel solo y proscrito
Que va cual descarriada golondrina
Perdido en el azul del infinito?
Parece un alma triste y peregrina
Arriada por el dedo del delito.
¡No, dejad! no temáis: Colón va en ella:
Medir la inmensidad: he allí su estrella.

                    V

Pesa el leño que veis un continente
Con la cabeza de Colón, y brilla
Con su ojo que el espacio rasga ardiente
Y ya contempla la distante orilla,
Cual el brazo de Dios, recto, potente
Guía su brazo la tajante quilla,
Y a cada empuje del batel parece
Que preñada la tierra se estremece.

                    VI

Sí, porque es él el arca milagrosa
Que el porvenir del universo anida,
Y lleva en una cruz misteriosa
La de una nueva tierra, nueva vida:
Así es Colombo, la Colomba hermosa
Que a un mar sin playas lánzase atrevida,
Y con el ramo generoso en prueba
Ha de volver con la triunfante nueva.

                    VII

En vano ruge el huracán, y en vano
La inflamada borrasca se rebela,
Y sacúdese hambriento el oceano
Bajo la pobre y frágil carabela;
Y cual si Dios negárale su mano
Huye la luz y la esperanza vuela,
Y a un grito de despecho y de venganza,
Contra Colón la turba se abalanza.

                    VIII

¡Vedlo! cruza los brazos, y sereno
Cielo y piélago y hombres desafía,
Vibra el ojo imperial, y el noble seno
Abre al furor de la canalla impía;
Pero ésta vuelve atrás, y al son del trueno
Y al recio azote de la mar bravia,
Todo parece que a Colón ostenta
Rey del peligro, dios de la tormenta.

                    IX

Mas todo ya pasó, la mar furiosa
Al fin como cansada se adormece;
Sopla próspero el viento, y generosa
Rauda la carabela le obedece;
La quebrantada multitud reposa,
Y ya la virgen alba se estremece,
Mientras con ojo de águila altanera
Colón siempre de pie mira... ¡y espera...!

                    X

Hubo luz... ¡y hubo tierra! ¡Tierra! exclama
De súbito una voz, y en el momento
¡Tierra! de popa a proa se proclama
En himno de frenético contento;
¡Tierra! es el grito unísono que inflama
La multitud en loco arrobamiento;
Y a los pies de Colón lánzase y llora,
Y Dios imaginándole, le adora.

                    XI

Mas él no ve, no escucha. Entrambas manos
En humilde oblación levanta al cielo
Vertiendo de sus ojos soberanos
Llanto de gratitud y de consuelo.
Vio, y midió su mirar dos oceanos;
Abrazó el mundo, y lo encontró gemelo:
Y criador como Dios, de su delirio
Brotó su creación... ¡y su martirio!

                    XII

¡Su martirio! Tal fue la recompensa
Que alcanzó al fin, cual redentor de un mundo,
Al conquistarlo con audacia inmensa
Para la cruz que en él plantó fecundo.
Era para los hombres alta ofensa
Su excelsa fe, su adivinar profundo,
Y al premiar con cadenas su victoria,
Divinizaron con su cruz su gloria.

                    XIII

Pero si indigno de ISABEL PRIMERA
Tan mal el español te galardona,
Cual tu indignada sombra ázase fiera,
Colombia, hercúlea, espléndida amazona,
Y en tu nombre es el triunfo su bandera,
Y en tu nombre magnánima perdona,1
Y en tu nombre la fábula realiza,
Y así segunda vez te inmortaliza.

                    XIV

Y hoy en ese aderezo esplendoroso2
De perlas y coral que entrelazaron
Dos mares en el cuello primoroso
De tu indiana gentil, do celebraron
Las bodas que al fortísimo coloso
Y a la Virgen del mundo prepararon,
Hoy van tus hijos a la par dolientes
A obsequiarla tu imagen reverentes.

                    XV

Allí do al sello de tu augusta planta
Uniéronse dos cuartos de la tierra,
Donde lloraste con angustia santa
La iniquidad que la ambición encierra, 3
Tú el arcángel serás que armado espanta
Al que nos traiga servidumbre y guerra,
Guardián del paraíso que tú mismo
Con tu brazo arrancaste del abismo.

                    XVI

Álzate allí para que el mundo veas
En incesante, hirviente torbellino,
De amor y admiración ricas preseas
Detenerse a ofrendarte en su camino.
Allí con mano justa balanceas
De tus dos continentes el destino,
Y oyes en cada ola, a cada instante,
Dos mares saludándote gigante.

                    XVII

Pero qué, ¿no te basta el monumento
Que te fundó Dios mismo cuando el trazo
Hizo de la creación? Al firmamento
Amenaza en el regio Chimborazo;
Mide la tierra su estupendo asiento,
Y la equilibra su estupendo brazo.
Tú, genio de los genios, sin segundo,
¡Pedestal de tu estatua hiciste un mundo!

Bogotá: 1855.

autógrafo

Rafael Pombo


1 «Colombia vence y perdona a sus verdugos». Fueron las primeras palabras de Sucre después de la gran victoria de Ayacucho.

2 El Ismo de Panamá.

3 El primer punto del Continente americano que pisó Colón fue ése, Navy Boy. Recuérdese el espantoso sueño cuya descripción dirigió en una carta a los Reyes Católicos: qué profecía se encierra allí; es nuestro apocalipsis.


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