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CHANCHITO

Encanto de sus padres, terror de los ajenos
    Era el guarín Chanchito, galán como un barril;
Pesaba cinco arrobas, poquito más o menos,
    Pero en habilidades pesaba más de mil.

Esto pasó, señores, en tiempos ya olvidados,
    No en estos tan presentes en que escribiendo estoy;
Pasó cuando los cerdos eran bien educados
    Y no puercos cochinos como los vemos hoy.

Los padres de Chanchito eran de alto copete
    Y de coche y derroche, en fin, gente de pro;
Cochinos que gruñían con cierto sonsonete
    Como de «¡Puf, apártense, no hay otro yo que yo!»

Entonces no se usaban estas carnicerías,
    Y eran artes incógnitas chorizos y jamón,
Atroces invenciones de más recientes días
    En que a la carne humana cogimos aversión.

Tía Gocha, vieja hermana del padre de Chanchito,
    Era una solterona más rica que el Perú,
Y dijo al buen Gochancho: «Traedme al sobrinito
    El miércoles, sin falta, que tengo un ambigú».

Llegó el ansiado miércoles; y criadas y criados
    Iban atropellándose solícitos doquier
Para vestir el párvulo; y escúchanse altercados
    De voces disputándose llenar ese deber.

Pero Chanchito estaba hecho un berrín, frenético,
    Chillando y dentellando sin reparar a quién.
Salir le repugnaba; y repugnancia y cólera
    Sólo eran porque entonces le suplicaban «Ven».

Para aplacarlo enviaron por juegos y confites
    Y su papá buscándolos de tienda en tienda fue,
Y a fuerza de juguetes y de tomes y quites
    Chanchito se distrajo y les repuso «Iré».

Vestirlo, con todo eso, fue empresa de romanos;
    Empalagó, dio mucho, muchísimo que hacer;
Y cuando estaban listos, con guantes en las manos,
    El tiempo descompúsose y comenzó a llover.

Taita Verraco exclama: «¡Aguarden! —Hechos sopa
    Llegamos a la fiesta marchándonos así,
Y fuera grosería llevar lodo en la ropa.
    ¿Qué dices tú Chanchito: vamos en coche?»—«Sí».

Pronto llegó al vestíbulo el barnizado coche
    Y pajes de librea al frente y atrás dél
Y antes de que sonaran las siete de la noche
    Partió con sus señores a trote de corcel.

Mas dio y majó Chanchito sacando la cabeza,
    ¡Y adiós! la portezuela de súbito se abrió
Y al lodo va el estúpido, y queda de una pieza
    Negro de hocico a patas como jamás se vio.

Rompen en carcajadas vecinos y mirones
    Al verlo sucio y feo cual una vil sartén,
Y todos dicen: «¡Bueno, que vivan los jabones!
    ¡Toma, para que aprendas, lo mereciste bien!»

Pescáronlo del fango, zampáronlo entre el coche
    Cual contagioso vómito que a todos alcanzó;
Y oyendo silbos y hurras, picando a trochemoche
    En retirada rápida la expedición volvió.

Vistiéronlo de limpio tras una larga friega
    Y el competente gasto de almohaza y de jabón.
El niño dio de nuevo impertinente brega
    Pero, por fin, llegaron en regla a la función.

Comiéndoselo a besos lo recibió tía Gocha
    Y su mamá le dijo: «No te comportes mal;
Aquí la menor falta se observa y se reprocha,
    Y es grave la más mínima en gente principal».

Entraron a buen tiempo, ya hirviendo el chocolate,
    Y en torno de ancha mesa sentáronse al festín,
Mas ¡ay! al primer sorbo (que les quemó el gaznate)
    Hizo otra de las suyas el infernal gorrín.

Plato y cuchara y jícara saltaron contra el suelo,
    Raudal chocolatífero rodó por el tapiz,
Tía Gocha dio un gruñido, y dijo al mocosuelo
    «¡Nunca otra vez en casa me asomas la nariz!»

Chanchito que tal oye empínase en su silla,
    Agarra la bandeja del mojicón y el pan,
Y ¡zas! como metralla que zumba y acribilla
    Contra la blanca trompa de doña Gocha van.

Levántanse los huéspedes en súbito tumulto
    Gritando enrojecidos y bravos como ají:
«¡Señora! es un escándalo, un crimen, un insulto
    ¡Traer a este canalla y sentárnoslo aquí!»

—«Señores, —repuso ella—, mirad que es mi sobrino;
    Cochambra y Gochanchito se han esmerado en él,
Y nunca, en tantas veces que a divertirme vino,
    Comió con el cuchillo ni salpicó el mantel.

»Sigamos, no dejemos enfriar el chocolate.
    El niño va a portarse; por su honra volverá:»
Y en esta inteligencia sentose el botarate
    Y empieza la merienda tranquilizados ya.

¡Ay, breve tregua! el nene se columpió en la silla
    Y juntos nene y silla, de espaldas, ¡trun! se van,
Y arrastran en su séquito mesa, mantel, vajilla.
    Miel, leche, caldo, aceite, chocolatera y pan.

Tía Gocha se accidenta, Cochambra se desmaya,
    A uno le dio epilepsia, al otro indigestión;
Y llegan criados, criadas, la cocinera, el aya
    A ver si es terremoto, fuego o revolución.

Atónitos, sonámbulos hallaron a los huéspedes,
    Con hipo energuménico que impídeles hablar,
Y al dije de Chanchito riendo contentísimo
    Jugando con los panes cual bolas de billar.

De allí voló a esconderse en el jardín de Gocha,
    Buscáronlo enojados, y encuéntranlo por fin
Bailando una cachucha, y tal, ¡Virgen de Atocha!
    Que no quedaron flores, ni yerba, ni jardín.

Aquí sí, ¡tente gracia!—Gochancho dijo: «¡Tráiganmelo!»
    Y una azotaina diole, al fresco, al natural,
Tan eficaz e higiénica que desde entonce el párvulo
    De puerco sólo tuvo la culpa original.

No reincidió en los crímenes que referí al leyente
    Ni en otros que he callado por no escandalizar,
Y en vez de ser la cócora y el asco de la gente,
    Convites y regalos le enviaban sin cesar.

Ya no hubo que decirle dos veces una cosa,
    A todo adelantábase, no rezongaba un no;
Trataba a su mamita como si fuera diosa,
    Y nunca una jaqueca ni enfado le causó.

El mismo levantábase amaneciendo el día,
    Y en todo no se ha visto mayor puntualidad;
Extremo era su aseo, su aplicación manía,
    Perfectas sus maneras, su dicho la verdad.

No supo darse gusto mortificando al prójimo;
    Ancianos y mujeres eran santos para él;
De nadie murmuraba ni se mofaba irónico,
    Ni hipócrita adulaba, ni traicionaba infiel.

A nadie provocaba, que es cosa de beodos;
    Pero llegado el lance se supo sostener,
Y necesariamente lo respetaban todos,
    Y nadie osó desviarlo del rumbo del deber.

En fin, ¡quién lo creyera! aquella bestia indómita
    Se hizo mejor que muchos con su uso de razón.
Y ¿habrá niño tan bestia que necesite látigo
    Para volverse gente y hacer su obligación?

autógrafo

Rafael Pombo


«Poesías Completas»
Cuentos morales para niños formales


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