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LA LECTURA

              I

Papá de mi vida,
Mándame a la escuela,
Que hoy al que no lee
Lo llaman tío Bestia.
El Gobierno manda
Que todos aprendan.
Para hacernos hombres,
Como otro cualquiera,
Porque el mismo Cura
Predica en la iglesia
Que desde que aquí
Hubo independencia.
Sólo el que no lee
Es gente plebeya,
Y no puede ser
Ni alcalde siquiera.
Mientras que en sabiendo
Conocer las letras.
Presidente lo hacen
Si tiene cabeza.

Dicen que hubo Papas1,
Reyes y poetas
Que en sus tiernos años
Porquerizos eran;
¿Quién quita que yo
Cuando escribir sepa
Resulte algo grande
Que honre a nuestra tierra?
Dios reparte chispa
Sin ver cara o tela,
Y hay almas muy lindas
Como hay caras bellas;
Y hoy tal vez figuran,
Gracias a las letras.
Pájaros más tontos
Que esta humilde perla.

El Gobierno paga,
¿A ti qué te cuesta?
Papá de mi vida,
Mándame a la escuela.

              II

Qué envidia me da
Ver por dondequiera
A niros y niñas,
A viejos y viejas
Por la tardecita
Tomando la fresca.
Sentados en corro
Espalda a la puerta,
Viendo las noticias
Que da la gaceta.
Leyendo sus cartas
O historias de guerras,
Aprendiendo nombres,
Comparando fechas.
Oyendo admirados
Tanta cosa nueva,
Sabiéndolo todo,
De todas las tierras.
Sin salir de casa
Ni buscar quien lea.
¡Ay! mientras que yo.
Con ojos y lengua
Me quedo en ayunas
Si no me lo cuentan.

              III

Cuando hablan o leen
Personas de letras,
¡Qué cosas les oigo
Tan lindas y buenas!
Chistes que de risa
Casi me revientan,
Versos que de llanto
Los ojos me llenan,
Y tantos hallazgos,
Y tantas recetas
Para hacerse ricos
Y aliviar dolencias.
Acuerdome entonces
De mamá y de Pepa
Y digo ¡qué lástima
Que aquí no estén ellas!
Todo lo que escucho
Contarles quisiera.
Porque a la par mía
También se diviertan;
Vuélvome volando.
Mas, ¡memoria perra!
No bien entro en casa
Todo se me enreda.
Ni un cuento ni un verso
Les digo a derechas,
Y si ellas se ríen
Es de mi simpleza.

Papá de mi vida
Mándame a la escuela.
Que quiero escribir
Tanto que me cuentan.

              IV

Bartolo, el sobrino
De doña Clemencia
Está enamorado
De Brígida Peña,
Y dice que pronto
La lleva a la iglesia,
En cuanto el tabaco
Le rinda cosecha.

Ella lo idolatra,
Él muere por ella,
Y a los padres de ambos
La cosa les peta;
Menos a la madre
De la Dulcinea,
Que tacha a Bartolo
De sangre plebeya,
Como si la sangre
Fuera mala o buena
Y no la conducta
De cada hijo de Eva.
Al pobre Bartolo
Lo tiene entre cejas,
Le gruñe, lo insulta,
Le cierra la puerta;
Y a Brígida en tanto
Cual monja la encierra,
Y no deja que hable
Con él ni por señas.
Pero la plumita
Todo lo remedia.
Llevan día por día
Gran correspondencia,
Y se escriben cosas
Tan dulces, tan tiernas.
Que dudo si hablando
Se les ocurrieran.

Cuando él ve la carta
Exclama ¡es su letra!
Y ¡cómo la mira
Y cómo la besa!
Hecha agua la boca
Le da veinte vueltas;
Con sumo cuidado
El sobre despega,
Y al leer parece
Ir contando perlas,
Y que a cada instante
Se pierde la cuenta.
Sobre el corazón
Guardadas las lleva
Cual santas reliquias
Llenas de indulgencias;
Bajo la almohada
De noche las deja;
En soñando, apuesto
Que sueña leyéndolas,
Y a la mañanita
No bien se despierta
Lo primero que hace
Es, ¡dale! leerlas.
Desde luego, como
Cartas no son piedras,
A los cuatro días
Ya parecen viejas.
Mas si al fin se casan
Bartolo y su prenda
Ellas los casaron,
¡Den gracias a ellas!

Parece que el alma
Se les vuelve letras,
Y que dentro el sobre
Viene el alma envuelta.

Papá de mi vida.
Mándame a la escuela.
Pues ya que esté grande
Tal vez me convenga
Buscar una dulce
Formal compañera,
Y amor que no escribe
Ni a explicarse acierta.
Quiero que a mis ansias
Corresponda tierna,
Y dicen que cartas
Son correspondencia.

              V

Cuando un desdichado
Se va de su tierra,
Y padres y amores
En lágrimas deja.
El triste qué haría
Si no le escribieran,
Y ellos sin sus cartas
¿Con qué se consuelan?

Viven del correo
En ávida espera,
Preguntan caminos
Distancias y fechas,
Y al fin llega el día
Y cartas no llegan;
¡Qué noche esa noche!
¡Qué sueños se suenan!
Todo aire es borrasca,
Todo ruido es guerra,
Y hasta las gallinas
Se vuelven cornejas.
Torna el sol; mas ellos
Siguen en tinieblas;
Ya no es que no hay cartas,
Es que se las niegan.
Cuantas caras topan
Parecen, siniestras.
Hablarse al oído,
Contestar a medias,
¡Dios mío! ¡lo dije!
¡Mi pecho no yerra!
Prorrumpe la madre,
Y el llanto se suelta.
¡Mas no! no era justa
Tamaña impaciencia;
¡Ya vino! ¡hubo cartas!
¡Gran día! es de fiesta.
Entre lloro y risa
La madre las reza,
Y a dar a Dios gracias
Callada se ausenta.

Palomitas blancas
Con rayitas negras
Que salvando mares
Y montes y selvas,
A madres y esposas
Lleváis dulces nuevas,
Ramos de esperanza.
Ternuras de ausencia:
Bendito el que os trajo
¡Del Cielo a la tierra!
iBendito el que os manda!
¡Bendito el que os lleva!

Vosotras del preso
Burláis las cadenas,
Que en alas de pluma
Libre el alma vuela,
Do llegáis vosotras
La esperanza llega,
Y alegráis a todos
Los que aman y esperan.

¿Cuando será el día
Que yo también pueda
Soltaros de ida
Y oíros de vuelta?

autógrafo

Rafael Pombo


1 El Papa Sixto V.


«Poesías Completas»
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