La rosita encendida
Se volvió blanca
Por vivir entre un nicho
De la barranca,
Do el sol no llega
Ni el cielo su agua esparce,
Ni el viento juega.
Un ruiseñor, que andaba
Buscando flores
Escondidas al pico
De otros cantores,
Dio con la ermita
Donde estaba reclusa
Nuestra rosita.
«¡Ah! exclamó, al fin te encuentro,
Sé tú mi esposa,
Dame tu almíbar puro
¡Cándida rosa!»
Besola ufano
Y ¡oh! descubrió en su cáliz
Atroz gusano.
Allí no penetraban
Picos amantes.
Ni aquellos elementos
Vivificantes,
Mas sí el insecto
Que a escondidas devora
Lo más perfecto.
Abierta al sol y al agua
Y aire del cielo,
De avecillas benignas
Bajo el desvelo,
¡Qué hermosa fuera!
Ningún torpe gusano
La consumiera.
Rafael Pombo