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LA ESCUELA

               (Himnos).

                  CORO

        ¡Dios te bendiga,
        Querida estancia,
        Madre enemiga
        De la ignorancia!
        ¡Dios te bendiga
        Siembra de luz;
De amor, de todo bien, cuando te abriga
La redentora sombra de la cruz!

                      I

¡Feliz como ninguna
La vida de la escuela,
A cuyo solo nombre
El corazón se alegra!

Aquí la ciencia adusta
Se hace muchacho, y juega,
Y corrigiendo ríe,
Y divirtiendo enseña.

                      II

En casa están los padres
Que el cuerpo amantes velan
Mas tú de nuestras almas
Te hiciste madre tierna.

También con dulces cantos
Arrullas la inocencia,
Y de la patria historia
Las páginas nos cuentas.

                      III

De nuestro pecho tú haces
Altar de eterna fiesta,
A próceres y mártires
La gratitud celebra;

Y allí nos dices cuánto
Costó su magna herencia,
De cuyo goce un día
Han de tomarnos cuenta.

                      IV

Aquí, de todas partes
De nuestra cara tierra
Viene a fundirse en molde
De indestructible fuerza

Una nación de hermanos,
De su unidad, soberbia,
Que dividida, nunca
Consentirán en verla.

                      V

Tú al niño abres el libro
De la Naturaleza,
Tesoro de tesoros
Que el tonto no aprovecha;

Y hasta en lo más menudo
Y ocioso en apariencia
La previsión divina
Y su bondad le muestras.

                      VI

El que no tuvo hermanos
Aquí más de uno encuentra,
Selecto hermano de alma
Y eterno, como ella,

Con quien, tal vez ya chocho
Y en tierra de otras lenguas,
Sobándose las manos.
Recordará su escuela.

                      VII

Y entonces uno a otro
Se han de decir «¿Recuerdas?»
Sin olvidar ni un árbol,
Ni un banco ni una mesa;

Y se agradece entonces
Cada arrugón de ceja
Del preceptor, paloma
Que hoy nos parece fiera.

                      VIII

De aquí saldrán los hombres
Que han de mandar la tierra,
Leones que hoy mansitos
Tiramos de la oreja.

Maestro, abre los ojos
A ver si los cateas,
Y arranca de sus almas
Toda semilla infecta.

                      IX

Que cada humano tronco
Derecho y firme crezca,
Seguro en hondas bases,
Vivífico en sus venas;

Que pese en dignos frutos,
Y grata sombra ofrezca
Y a su ancha copa el Ángel
Nuncio de paz descienda.

                      X

Líbrenos Dios de bichos
Que en sí tan sólo piensan.
Como si el bien de todos
Su propio bien no fuera.

De esos que torpes dicen:
«Como haga yo mi ancheta,
Aunque se vuelva añicos
El barco que nos lleva».

                      XI

La escuela de la vida.
El Mundo nos espera,
Do nadie aprende gratis,
Y fúndese el que yerra.

De luz y de virtudes
Armémonos en ésta,
Que allá la suerte empuña
Fórmula sorda y ciega.

                      XII

¡Hogar precioso de almas,
Jardín de inteligencias,
Que al soplo de auras puras
Prosperes y florezcas!

Que Dios, Conciencia y Patria
Perpetuo norte sean
Del hijo; y que a la madre
Dé honor su vida entera.

                      XIII

En coro bendigamos,
Con gratitud intensa
Al que fundó y protege
Y paga nuestra escuela.

Él nos abrió del templo
De la Verdad las puertas,
Y por sus manos obra
Por nos la Providencia.

                      XIV

Y tú, segundo padre
De esta familia inmensa,
Si hemos de honrar un día
Tu amor, tu esfuerzo y penas,

Recibe desde ahora
Nuestra amorosa ofrenda,
Y juntos de aquí a un siglo
Charlemos de tu escuela.

                  CORO

        ¡Dios te bendiga,
        Querida estancia,
        Madre enemiga
        De la ignorancia!
        ¡Dios te bendiga
        Siembra de luz;
De amor, de todo bien, cuando te abriga
La redentora sombra de la cruz!

1873.

autógrafo

Rafael Pombo


«Poesías Completas»
Fábulas y verdades


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