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EL FERROCARRIL Y LAS BESTIAS

«¡Un caballo de fuego!» —esta noticia
Cundió alarmante entre dos mil caballos
Salvajes pobladores de un desierto
Que el primer vapor-tren cruzó triunfante.
Repuestos del terror y desconcierto
Que les causó el prodigio,
Se congregaron en bestial tumulto,
Bufaron, relincharon, patearon,
Y de su santa independencia en nombre
Declaráronlo insulto,
Reto, amenaza al caballuno pueblo,
Y por el lago Estigio
No dejar de aquel monstruo ni vestigio
Si osaba audaz reaparecer juraron,
Y soberbios mandaron
Transmitir copia del decreto al hombre.

Un viejo matalote muy versado
En las costumbres cultas, y que había
De hombres, sillas y enjalmas escapado,
Dijo a los otros: —«Antes yo querría
Ver caballos de fuego por doquiera,
Pues nuestra raza al fin descansaría
Y de nosotros nadie se sirviera.
Con tanta maquinaria y tanta ciencia
El hombre al fin nos dejará tranquilos
Gozar de nuestra dulce independencia.
Estoy contra el proyecto: en nuestro lomo
Recaerá, pesado como plomo».

Nadie escuchó el sermón de la experiencia;
Aprobose el proyecto,
Y así que un nuevo tren pitó a distancia
Se prepararon a llevarlo a efecto.
La sabia comandancia
Meditó el plan; dispuso que el trayecto
Fuese por todos, en cerrada masa
Ocupado al instante, como centro
Para la evolución; y que en el acto
De verse el tren, el escuadrón compacto
Saliese cual relámpago a su encuentro.

Nada que desear, la turba equina
Dejó en audaz coraje y disciplina.
Embistieron al monstruo: de rieles
Sacáronlo al instante: media milla
Rodó desaforado en la llanura
Despedazando yeguas y corceles
O haciéndoles saltar hechos tortilla;
Y como el hombre es una criatura
Tan arbitriosa y lista, y bien podría
Tardar el tren un día
En volver a enhilarse en sus carriles,
Juzgó mejor no demorar su viaje:
Tomaron prontamente cuantas bestias
Dejó el destrozo en pie, —y en sus cuadriles
Siguieron gente y carga y equipaje,
Quedando condenadas las cerriles
A eterno vasallaje.

No os opongáis estultos al progreso
(Es decir, al palpable y positivo,
Que el charlatán no es más que retroceso
Ocioso y corrosivo).
¡Mísero jornalero! es el atraso
Lo que arrincona tu alma y la encadena,
Y a ser máquina y bestia te condena.
Pero pese a ti mismo.
Nadie a tu redención cerrará el paso.
Moralidad, escuela, industria y ciencia
Harán tu elevación, tu independencia.

autógrafo

Rafael Pombo


«Poesías Completas»
Fábulas y verdades


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