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CAPA Y HAMACA

Diligencia, fiel madre del Norte,
E Indolencia, mamá tropical,
Contra todo rigor climatérico
Resolvieron su gente amparar;

Que ambas proles temblaban de frío
Y acezaban de horrendo calor,
Con los altos y bajos del mundo
O el aprieta y afloja del sol.

Diligencia inventó el confortable,
Arte bella de holgura y salud.
De la cual hasta el nombre es exótico
Y he tenido que hurtarlo a John Bull.

Inventó la cordial chimenea
Y elegantes corazas de piel,
Y ventanas y puertas bien justas,
Y ejercicios de higiene y placer.

Y en verano aposentos con baños,
Lechos duros, bebida glacial,
Mangas de aire, abanicos de techo
Y excursiones de campo y de mar.

Indolencia mostró por su parte
Grande ingenio y mayor sencillez,
Pues dio hamaca al de tierra caliente
Y al friolento una capa, y amén.

¡Cuántas, cuántas ventajas no encierra
Esta simple y feliz solución!
Basta ver sus flamantes efectos
Dondequiera que se hable español.

Nunca un más económico invento
Mente de hombre logró concebir;
Ni hay testuz que entre capa y hamaca
Cuál es, diga, el mayor comodín.

Capa sola es completo uniforme,
Armadura de barbas a pies,
Que redime de chupa y camisa
Y nace inútil botón y alfiler.

Y si viste al desnudo de día,
En su sueño cobíjalo asaz,
Y en su robo al ratero modesto
Y en su acecho al traidor con puñal.

Ella a pobres nivela con ricos
Cual demócrata escudo y pendón,
Y humillando al aseo aristócrata
Da a la mugre fomento y calor.

Ella impide ese andar descompuesto
De las gentes que tienen qué hacer,
Y da un aire de estatuas olímpicas
Y el marchar inefable de un rey.

Y pues suelen monarcas y dioses
Al indigno universo mirar,
Encogiendo los hombros augustos
E inclinando benigna la faz.

Con la gracia de un Fidias esculpe
La ancha capa tan noble actitud,
Criando aquel camellar ornamento
Que es joroba  en la prosa común.

Mas tú, ¡hamaca! tú, ¡múltiple hamaca!
¡Quién de capas habló junto a ti!
Si ensalzó a tu rival todo un Caro,
¿No era ya tu poeta un Madrid?

La indolencia en persona te hizo,
O buscó quien te hiciera; y quedó
Tan prendada de su obra, que al punto
Se echó en ti, y sigue echada hasta hoy.

Fue Mahoma inspirado profeta.
Pues si no, ¿cómo vino a escoger
Una hamaca (no hay tal medialema)
Por estrella y pendón de su grey?

Y así va, cual criatura de hamacas,
A la cola de Europa el muslim,
Con su harem por hacienda y congreso
Y ocupado en fumar y dormir.

¡Salve, hamaca! indio, turco, beleño
Que indios turcos haciéndonos vas,
Con la imbécil desidia del uno
¡Y del otro la inercia sensual!

Tú eres silla, sofá, colgadura,
Lecho aéreo y sabroso colchón,
Mosquitero, abanico, atarraya,
Coche, arrullo, nodriza y doctor.

Y al llamarte doctor yo no miento,
Pues él sólo ha podido inventar
Esa fábrica de hígados pésimos,
Lima atroz de la espina dorsal.

Semillero de males de nervios.
Sorda mina del bazo y riñón,
Que haces de hombres hamacas andantes,
Transparentes sin sangre o color.

Tú resuelves el arduo problema
De dormir en cubil de ocho pies,
Sobre cerdos, pescados y víboras
Y fragantes zurrones de miel.

Y por siglos allí atravesada
Estuviste y estás y estarás
Hasta el último embión conque te hunda
Mecedor terremoto voraz.

Entretanto me cuentan que un día
Vino a verte la capa (o más bien
A sudar cincuenta años de méritos
A tu clima la enviaron tal vez).

Y llorando de grasa «¡Ay! —te dijo—,
¿Tú también eres víctima aquí?
¿Por qué a entrambas nos tienen colgadas
Como a reos, de crímenes mil?»

Y que tú respondístele: —«¡Calla!
Bien nos hemos vengado las dos,
Pues tú arropas friolentos mendigos
Y mendigos escuálidos yo».

Nueva York, octubre 7: 1870.

autógrafo

Rafael Pombo


«Poesías Completas»
Fábulas y verdades


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