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GUILMA

Si estos versos hallaras algún día,
Estos que a señalarte no me atrevo,
¿Comprenderás a quién los dirigía?
¿Te afligirán las penas que te debo?

Y si algo en ellos deja el alma mía
De la ponzoña que en tus ojos bebo,
Si tu suerte ¡ay mi Dios! te causa enojos,
Cuando te vuelva a ver ¿qué habrá en tus ojos?

                        *
                      *   *

Dadas las doce y ya imposible el sueño,
Imposible leer, hablar, reír.
Insoportables los amigos mismos,
Anoche al pie de tus ventanas fui.

Escuché cuidadoso: hablaban varios;
Formas, sombras y luces vi pasar.
Todo era dicha al parecer, por dentro;
Sólo yo afuera en ansia y soledad.

Todos como en afán de ser felices,
Completo cada cual a su sabor;
Tú, desde luego, con mi caro amigo
En el sofá exclusivo de los dos.

Cuando de todo conversaban todos
Acaso ni uno solo pensó en mí.
¿Por qué faltaba yo? Porque allá dentro
Fuera mayor mi devorante esplín.

La noche estaba oscura. Una familia
Con su escolta de luz se me acercó.
Lancé un suspiro —fue quizá un reniego—
Y dejé mi ridicula facción.

                        *
                      *   *

Al verte, oh Guilma, claramente siento
Que un gran misterio entre nosotros pasa.
Tú vuelves a tu origen primitivo,
Sesenta siglos retrocede mi alma.

Veo en ti el Paraíso, sus delicias,
Su limpieza celeste. En mis entrañas
Arde envidioso el tentador perverso,
Y el dogma de la Culpa hondo me asalta.

¿Qué hermosura mayor que tu hermosura?
No la concibo yo. Toda eres gracia
¡Cual tu cabeza con tus hombros juega
Y en el talle gentil la forma elástica!

1852.

autógrafo

Rafael Pombo


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